Cultura
El velo de las mariposas, de Concha Rodríguez
Que la cultura se revuelve como una criatura malherida no es algo nuevo a estas alturas de este año “raro”, ni de la extraña temporada teatral. Nada es como debía ser. Nada ocurre en su momento y, los estrenos y las representaciones no cuentan con el público que debía asistir. Así y todo y tras el importante testigo dejado por el Festival de Mérida, que se celebró contra todo pronóstico y con todas las medidas de seguridad sanitaria posibles, o el Festival de Cáceres en el que salvo la suspensión de una obra por problemas de la compañía, nuevas actividades teatrales se van sumando con todas las precauciones y medidas sanitarias posibles.
Es el caso de “El velo de las mariposas”, que se estrenó el pasado día 25 de Septiembre en el Teatro Carolina Coronado de Almendralejo. Cabe destacar que el Ayuntamiento, la Concejalía y el Teatro pusieron todos los medios posibles inhabilitando butacas alternas para asegurar la distancia social entre todos los asistentes incluso aunque fuesen convivientes. Además, el obligatorio uso de las mascarillas, el gel hidroalcohólico que se dispensaba en la entrada … Un nuevo ejemplo que demuestra que el ocio colectivo es seguro si se practica bajo estas premisas.
Pero yendo a la obra, EL VELO DE LAS MARIPOSAS es un texto de cuño propio de la autora, productora y actriz extremeña Concha Rodriguez cargado de crítica social, tremendamente necesario en los momentos que vivimos.
Diana (Concha Rodríguez), profesora de Literatura Española Contemporánea, en Segundo de Bachillerato de un instituto público, enamorada de su oficio, totalmente vocacional, decide impartir una clase no convencional y basándose en métodos conocidos por toda la clase a través del visionado de películas como “El Club de los poetas muertos”, “La ola”, “El Club de los Emperadores” lleva a la práctica con su alumnado introducir a las autoras de la Generación del 27 en el libro de Literatura y encarnar el retroceso que éstas sufrieron en sus vidas y obras.
A través de la poesía y de momentos reconocibles, les cambiará el carácter y sus formas de ver sus vidas. Diana llevará hasta las últimas consecuencias su experimento, acabando con un poder brutal sobre el alumnado. Así como será criticada por el claustro de profesores, denunciada por el padre de una de las alumnas, Irene, que descubre que sus autolesiones tienen nombre, maltrato brutal por parte de su novio, el chico más guapo y popular de la clase. Y el padre, aún a sabiendas de ello, denuncia y tira al ruedo del twitter a la profesora por volver loca a su hija y causarle daños mentales. Y todo ello en plena desescalada a la nueva normalidad.
La dirección de la obra está firmada por Eva Romero que debuta profesionalmente en la dirección teatral después de varios años dirigiendo la Escuela Municipal de Teatro de Guareña. Según Eva, la obra “nace con el afán por descorrer el velo invisible que la historia de un mundo regido por hombres ha tenido obre las mujeres que hicieron historia” y para ello ha sabido dirigir a la propia productora y autora en el papel de Diana para conseguir certeramente “el espejo de una comunidad educativa que ve amenazadas la libertad de cátedra y la autonomía pedagógica de profesionales acreditados, que no necesitan validación parental de ningún tipo”. El Ayudante de Dirección es Miguel Pérez Polo y no podía ser de otra manera porque Miguel se entrega siempre con todo el corazón en cualquiera de los montajes en los que interviene bien como actor o, en este caso, como ayudante de dirección.
Además de Concha Rodríguez, como Diana, el elenco artístico lo completan Raquel Bravo, Laura Moreira, Javier Herrera, José María Galavís y Pablo Mejías que de una forma absolutamente fiel consiguen convertirse en los adolescentes alumnos de Diana y transmitir toda la carga dramática de cada uno de los personajes, con sus miserias y tragedias personales y familiares, que marcan el carácter de estos personajes.
El espacio escénico ha sido diseñado de forma exquisita por Tevistequienteviste. El vestuario lo ha diseñado uno de los actores, Javier Herrera, adaptándolo a cada personaje de manera fiel. La música es original íntegramente de Álvaro Rodríguez Barroso que nos tiene acostumbrados a acompañar los textos con una música, a menudo en segundo plano, que no pasa inadvertida y que se integra en la obra como una segunda piel. La iluminación es del técnico también extremeño (aquí lo son tod@s, qué maravilla) Rubén Camacho, preciso y justo, como siempre. Los audiovisuales han sido creados por Carlos Lucas y, ciertamente, no hace falta más escenografía porque en ese velo-pantalla-hoja de papel-fondo de escenario ocurre absolutamente todo de forma realmente deliciosa. Paco Rosco ha hecho la cartelería y el diseño gráfico creando una imagen preciosa. Rubén Hormigo (técnico de iluminación), Andy Rodríguez Serrano (técnico de sonido) y María José López (maquillaje y caracterización) pusieron la guinda de la perfección en el estreno.
Una última cosa o, si nos lo permitís, un consejo: NO DEJÉIS DE VERLA.