Cultura

Ifigenia

El calor esta noche no parece dar tregua hasta que llego al Teatro Romano. Allí de repente, la temperatura baja y corre una suave brisa que el cuerpo agradece. Por el camino, mientras bajo la cuesta hacia la puerta de protocolo, voy pensando en si echaré de menos o de más estas noches de pases gráficos y estrenos, estas noches de teatro. Mi corazón se debate entre las ganas de terminar para poder descansar de estos dos meses y el anhelo de prolongar estas veladas de risas, de compartir impresiones acerca de lo visto, de encuentros amables y entrañables, de ir a ver teatro, opera o danza. Sin duda, dentro de unos días, echaré de menos todo lo que este encuentro anual significa para mi.

Hemos llegado al fin del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, y lo haremos hoy con el estreno de la última obra prevista en este escenario, Ifigenia, con sello extremeño. Mientras edito fotografías y recuerdo los minutos del pase gráfico, pienso en que se nos va a hacer muy familiar ver la crueldad del ser humano. Casi no he dejado de pensar durante las tragedias que hemos visto este año en el teatro, en los conflictos de Gaza y en otros menos visibilizados como Burkina Faso, Sahara, la guerra civil de Yemen, Somalia, Myanmar, Sudán, Siria, Nigeria y una larga lista ruborizante que hace prácticamente incontable la atrocidad de la que somos capaces por ambición de poder, por el control de los recursos, por imposición religiosa o simplemente por la imbecilidad de "échate p'allá que me pongo yo porque sí", sin caer en la cuenta de cuantos ancianos, mujeres, niños y hombres ven cercenadas o traumatizadas de forma dramática sus vidas para siempre. Quizá no nos damos cuenta pero, no es que lo tengamos en la puerta de casa, lo tenemos en casa todos los días sin necesidad de encender el televisor, escuchar la radio o navegar tan ricamente por las redes sociales. La conflictividad social ha llegado para quedarse y comienza, desgraciadamente, a ser un rasgo innato del ser humano. Violencia de género, vicaria, bulling y ciberbulling, acoso y ciberacoso (que nos hemos vuelto muy digitales) o simplemente la falta de amabilidad negando una ayuda a quien la necesita aunque no la reclame. La falta de empatía es el germen de todo esto y de ahí las neuronas del humano se disparan hasta cotas catastróficas de un sadismo casi impensable.

En fin, que me enrollo y no voy al grano. Me arriesgo a ser moralista pero, es que todo esto me preocupa. Y me ha preocupado estos dos meses más aún reflexionando a golpe de tragedia teatral. Son imperecederos los mensajes que tienen dos mil y más años de antigüedad. Ifigenia habla un poco de todo esto y de muchas más cosas. Silvia Zarco con su dramaturgia nos acerca a Iphigeneia la mujer de raza fuerte, hija de Agamenón y Clitemnestra, asesinada bajo el pretexto de sacrificio para agradar a los dioses, un pretexto como cualquier otro pero un crimen al fin y al cabo. Le seguirá también, en la tragedia de ser asesinada, Polixena, hija de Hécuba y Príamo, y después le seguirán otras mujeres masacradas o esclavizadas por el mero hecho de ser mujeres, madres de guerreros y, al mismo tiempo, moneda de cambio y trofeo de guerra.

Todo el mundo sabe cómo acaba la Guerra de Troya pero nadie piensa en Hécuba y Clitemnestra, esas madres de víctimas que guardan el odio y resentimiento que las transforma en "bestias atormentadas". Quieren venganza y claman derramar "sangre asesina", como miles de madres en Gaza, Ucrania... en este preciso y exacto momento. Explica Silvia Zarco que "Esta es la historia de las olvidadas y de sus madres condenadas. Es una rosa de sangre entre las manos ensangrentadas. Una grieta de luz en la cueva oscura a la que ha sido arrojado el dolor y la culpa de las mujeres. Un haz de luz para iluminarlo todo, para que sus nombres no se borren de la historia. Porque no es inocente el silencio".

No te voy a pedir hoy que disfrutes de la tragedia, te pediré que reflexiones sobre ella. Pero sí te pediré que disfrutes de la iluminación de Rubén Camacho siempre tan certero, de las manos de Juanjo Gragera que transfiere el carácter a los personajes con su sabia caracterización, del espacio sonoro de la música de Isabel Romero y de las interpretaciones de Juanjo Artero, María Garralón, Beli Cienfuegos, Laura Moreira, Nuria Cuadrado, Alberto Barahona, Néstor Rubio, Rubén Lanchazo, Maite Vallecillo y Gara Suárez. Y también del coro con Alberto Serrano, Catalina Fernández, Fernando López, Guadalupe Gutiérrez, Jose A. Farrona y Teresa Maraña.

 

 FICHA ARTÍSTICO-TÉCNICA: 

Texto: Silvia Zarco
Escenografi?a: Elisa Sanz (AAPEE)
Vestuario: Elisa Sanz (AAPEE) e Igone Teso (AAPEE)

Mu?sica original: Isabel Romero
Iluminacio?n: Rube?n Camacho
Caracterizacio?n: Juanjo Gragera
Espacio sonoro: Jose? Pen?a
Ayudante de direccio?n: Pedro Forero
Ayudante de produccio?n: Andrea B. Meso?n

Realizacio?n de vestuario: Luisi Penco y Lali Moreno

Peluqueri?a y posticeri?a: Gema Gala?n
Edicio?n musical: Pablo Brenes
Realizacio?n escenografi?a: Readest montajes

Jefe produccio?n: Juan Ant. Mancha
Productora ejecutiva: Maribel Meso?n
Direccio?n: Eva Romero