Gastronomía

Vino, estrellas y corazón. Bodegas Cañalva.

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Agosto se ha despedido, por fin, llevándose su calor sofocante. Un calor que pareció trasladarse en los últimos días desde lo puramente climatológico a lo cotidiano. Mi hija me dijo “papá, eso es Mercurio retrógrado”, y me quedé igual que estaba hasta que leí que ese fenómeno astronómico tiene una interpretación al que los astrólogos le atribuyen consecuencias que pueden ser funestas cuando nos dejamos llevar por la impulsividad. Y así fue para mi este Agosto, aunque al final se hizo la luz y la magia surgió de nuevo.

Y la magia vino en forma de vino y estrellas. Una llamada a La Brizna y Nieves lo dispuso todo para que yo pudiese “volver a casa”. Mi intención estaba clara, resetear cuerpo y mente y disfrutar de algo de lo que tenía muchas ganas, acompañar a Claudia y Álvaro en la vendimia nocturna que realizan cada año en sus viñedos de Bodegas Cañalva.

 

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Claudia y Álvaro son dos seres excepcionales, gente de luz que que no dudan en abrirte las puertas de su bodega, de su casa y compartir contigo todo lo que tienen para que te sientas así, en casa.

Bodegas Cañalva es una bodega pequeña pero grande, así, al estilo de San Pedro de Alcántara que predicaba la grandeza de lo pequeño, porque ya hemos descubierto muchos que menos es más. Cañalva tiene casa en Cañamero, en pleno corazón del Geoparque Villuercas Ibores Jara, uno de los lugares más hermosos de nuestra región. Los viñedos están rodeado de encinas y alcornoques, jara, cantueso y retama. Desprenden historia y belleza por los cuatro puntos cardinales. Estas plantas llevan más de medio siglo produciendo una uva que es tratada con mimo, cariño y esmero, en definitiva, con corazón y amor, que es lo que hace que las cosas siempre sean buenas y alcancen un nivel de excelencia capaz de emocionar. Porque todo lo que no sea hacer las cosas con amor es perder el tiempo.

 

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El encuentro fue a pié de viña, en la casita de aperos que poco a poco Claudia y Álvaro van tranformando en un espacio para el disfrute, con un porche orientado a poniente en el que disfrutamos de un estupendo aperitivo contemplando (y fotografiando, claro) la puesta de sol. No me gusta beber alcohol cuando trabajo. De hecho solo tomo vino cuando consigo reunir un bonito grupo de amigos en casa o, alguna vez, cuando me doy el capricho de abrir una botella para celebrar la vida. Si seguía bebiendo no sería capaz de sacar una sola estrella, así que intenté limitarme a catar, y, lejos de resultar poseído por el espíritu de Baco, me dejé embriagar por el ambiente, la compañía, las risas, el cariño, la conversación y los astros.

 

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Probé, algunos por primera vez y otras referencias de la bodega que ya conocía. 1=1 Espectacular, una cepa, una botella; Luz, que no podía ser más apropiado para el momento; el Verdejo es pura locura, como también lo es Élegance, un Sauvignon Blanc que hace perder el sentido, Fuente Cortijo es un tinto crianza de 2020 que junto con Élegance Cabernet Sauvignon, también tinto crianza, te hacen pensar que estamos hablando de una bodega seria, con productos muy equilibrados, nobles y con carácter. Pero mi estrella, el que siempre busco, es Eburus, un tinto crianza de 2020 muy, muy premium, elaborado con una mezcla a partes iguales de Cabernet Sauvignon y Tempranillo, envejecido 24 meses en barricas nuevas de roble francés.

 

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Poco a poco fue oscureciendo. Primero fueron los planetas, Júpiter, insultántemente brillante y blanco, abrió la puerta para que Marte, rojo de ira, reconociese que había llegado, como todas las noches, tarde a la fiesta. Le siguieron a los pocos minutos algunas constelaciones. La Osa Mayor, y la menor… y Sirio! el cuerpo celeste más brillante de la noche. Después, ¡zas!, la Vía Láctea, con el precioso centro galáctico que disfrutaremos ya poco, antes de que el cielo otoñal dibuje nuevas constelaciones y nuevos caminos a través de las estrellas.

Coloqué los trípodes y configuré las cámaras, haciendo abstracción de los últimos vinos, para ver que todo estaba en su sitio. Y así fue. Ellos, Claudia, Nieves, Álvaro y sus hijas, saben que las estrellas están ahí pero quizá nunca las habían visto de esa manera. Igual que yo tampoco había visto semejante cielo, limpio en zénit como pocos, con una tímida contaminación lumínica en el horizonte tapada por las ondulaciones del terreno.

Y para mi, la magia es lo que fue aquélla noche, cariño, vino, risas, buena conversación y hacer fotografías de estrellas. Descubrí que, al fin y al cabo, había más estrellas que aquellas que brillaban en el cielo, las que siempre había visto y fotografiado, y estaban en la tierra, agrupadas en racimos, como si fuesen minúsculas constelaciones o galaxias de planetas morados, planetas con nombres como garnacha, cabernet, tempranillo…

 

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Llegan las cuadrillas para la vendimia. Un puñado de hombres y mujeres silenciosos, noctívagos, recios... La vendimia se hace a mano, como toda la vida se ha hecho. Un esportón para llenar, unas tijeras de poda, un frontal de luz y algo de abrigo porque hace rasca. La única ayuda mecánica es la de un pequeño tractor que transporta en una inmaculada pala de acero inoxidable las uvas que van llenando los esportones que se vacían cada dos por tres. Hay silencio, pero la noche habla. Los perros se inquietan de vez en cuando y corretean de aquí para allá porque han advertido la presencia de un corzo cercano o cualquier otra criatura nocturna.

 

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La noche avanza, y se hace el día, y quiero ver cómo el remolque descarga en la bodega los casi siete mil kilos de uvas que se han recogido, y disfruto viendo cómo todo cobra sentido, desde la pepita de una uva que he probado y que incomoda en mi boca. Una semilla que brotará en la tierra de un Geoparque, una tierra bendecida por el cielo, que se hará planta y será vid, y producirá uvas que algún día se recogerán, trasladarán a un lagar donde cambiarán a estado líquido y, tras un reposo adecuado, podrán estar en una copa, quizá frente a una puesta de sol, para terminar nuevamente en mi boca. El ciclo se completa y es hermoso poder vivirlo paso a paso.

 

Visita la bodega en www.bodegascanalva.com o ven a disfrutar de un fantástico fin de semana en La Brizna y el Geoparque y reserva una cata.

 

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