Turismo

Perderse, perderse ... ... perderse

Pero siempre con control, para volver a encontrarse. Ello estimula nuestro espíritu aventurero, y lo hicimos hace unos días buscando la Ermita del Salor.

 

Llegar hasta Torrequemada, en la provincia de Cáceres, y buscar la llave para poder visitar el interior de este monumento no tiene dificultad. La primera vez que vinimos, pagamos la novatada y solo la pudimos disfrutar por fuera. Después supimos de la existencia de una o varias llaves que uno puede tomar en préstamo para visitar el monumento y después devolver. Lo mejor, acudir al Restaurante Plaza, donde con su agradable trato nos van a indicar alguno de los lugares cercanos donde poder recoger una de las copias. Además, nos da la excusa de volver a pasar por allí al finalizar la visita y tomar un aperitivo o, lo mejor, comer uno de sus extraordinarios cochinillos, aunque aconsejamos cierta planificación y reserva.
 

Una vez tomado el camino, no hay que desesperarse, solo disfrutar y seguirlo. Admirar la dehesa cacereña tan cambiante durante las estaciones y al llegar, recomendamos dejar el coche al pie del puente no romano, ¡ojo! que lo parece aunque probablemente sea del siglo XVI, y caminar el resto cruzándolo y recorriendo los pocos metros que nos alejan ya de la ermita.

 

Por fuera, un edificio que llama la atención porque parece haber estado estucado en sus fachadas y decorado con pinturas. Aún pueden encontrarse restos del estucado y decoración en la portada norte con escenas evangélicas.

 

La Ermita, de estilo mudéjar, está edificada en el S. XIV y su interior sorprende por el bosque de columnas y arcos, con decoración en el intradós de la mayoría de ellos y con pinturas murales que atrapan nuestra atención y que representan de nuevo pasajes evangélicos. Se presume la existencia de una ermita anterior, en torno al Siglo XIII, sustituida probablemente por esta otra. No obstante, la presencia del pueblo romano queda clara dando una vuelta al edificio y encontrando en la fachada sur tumbas excavadas en roca propias de época visigoda.

 

Esperamos que las fotografías os gusten pero os recomendamos incluir este lugar en alguna de vuestras escapadas de fin de semana. No importa que llueva. La lluvia, dentro de la ermita suena mejor y el cochinillo, a cubierto y calentito en esta época también agrada más.