Turismo
Castelo de Vide, medievalismo intacto
En una zona internacional que agrupa el Oeste extremeño con el este portugués, puedes encontrar joyas en un radio de pocos kilómetros como Valencia de Alcántara, su judería, sus dólmenes y las poblaciones que se reparten hasta la frontera con el país luso. Cruzando A Raia, las sorpresas continúan en lugares como Portagem con su puente romano/medieval y su deliciosa y fresca piscina natural en verano, el yacimiento romano de Ammaia en Sao Salvador da Aramenha, la estación de Marvao-Beira, el propio Marvao que es uno de los conjuntos históricos más bonitos del Este de Portugal y Castelo de Vide. Una joya por descubrir.
Oteando el paisaje desde la torre del castillo de Marvao la primera vez que subí, me llamó la atención un pueblecito fortificado, encaramado en un alto. Era CASTELO DE VIDE. Y me prometí ir a recorrerlo, disfrutarlo, fotografiarlo. Se lo prometí también a mi amiga Sofía, natural de este maravilloso lugar. Lo que jamás imaginé es que haría el recorrido con una mascarilla, impensable hasta hace unos meses, ni que todas las personas que me iba a cruzar la iban a llevar también. Era Septiembre de 2020.
Los orígenes de Castelo de Vide, que no llega a los cuatro mil habitantes, fueron buscados en época romana sin llegar a encontrar evidencias arqueológicas que lo justificasen salvo la proximidad de la calzada romana que pasaba por el lugar en dirección a Emerita Augusta. No se conoce tampoco si el castillo tuvo algún antecedente islámico pero se supone ya que en el siglo XII, Castelo de Vide, estaba bajo dominio musulmán. Pude leer en algún lugar que el castillo que corona la colina y el recinto amurallado fueron finalizados hacia el siglo XIV. Y, verdaderamente, creo que la protección no le vino mal a la villa que tuvo que sufrir numerosas contiendas como la Guerra de Restauración, la de Sucesión en España, la de las Naranjas…
El casco urbano de Castelo de Vide tiene mucho para disfrutar. Plazas como la de Don Pedro V, la Iglesia de Santa María da Devesa, la bulliciosa Rua Bartolomeu Álvares, y el conjunto de empinadas calles que conducen hacia el Castillo, empedradas todas y sembradas de tradicionales casas encaladas. Algunas acicaladas con llamativos portales con arcos de estilo gótico. Los colores que enmarcan puertas y ventanas y definen cornisas y demás elementos arquitectónicos resaltan el blanco de las fachadas. Esa es una nota dominante en los pueblos del Alentejo portugués que les confiere un carácter único. Las obras de restauración que se estaban llevando a cabo durante la visita que hice me impidieron conocer el interior de la fortaleza pero no disfrutar de sus alrededores.
Las calles que rodean al castillo, dentro del recinto amurallado te transportarán en el tiempo. Como en muchos sitios que acostumbro a visitar (y disfrutar), el reloj se detiene. No hay prisa. El embelesamiento se apodera de ti y terminas sucumbiendo a un paisaje urbano antiguo al que pocas retinas están acostumbradas.
Desciendo atravesando la Judería que me trae recuerdos de Alburquerque, de Hervás, de la cercana Valencia de Alcántara y de otras muchas situadas en Extremadura. Paso por la Sinagoga, actualmente museo y termino recreándome en la fuente de la villa, un lujo con propiedades mineromedicinales además del patrimonial.
Me llama la atención un monumento de fábrica reciente, con una declaración institucional grabada en letras negras sobre una Estrella de David y firmada por el que fuera Presidente de la República en 1989, Mario Soares. Reza así: “En nombre de Portugal, quiero pedir perdón a los Judíos que fueron víctimas de persecuciones en nuestra tierra”. Bonito final para un recorrido por una judería de tantas como conocemos, que me hace reconciliarme con la bondad de los seres humanos y creer que, quizás, la paz entre los pueblos algún día sea posible.
Es mediodía y he empleado (bien) la mañana en recorrer Castelo de Vide. La tentación de quedarme para comer unas tradicionales migas con entrecosto es muy fuerte pero acabo de recordar que convencí a mi amigo Eugenio para almorzar en Portagem y disfrutar del mejor bacalao dorado que he probado jamás aderezado con albahaca. Así que decido dejar la cocina local hasta el día en que vuelva para conocer el interior del castillo y tantas otras cosas que estoy seguro de que me he dejado por el camino. Siempre hay que dejar un motivo para volver a los lugares que te enamoran.
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