Turismo

El Convento Agustino de Santa Cruz de la Sierra

Nunca he contado la cantidad de veces que habré visto este lugar desde la Autovía A5 camino de Madrid o a la vuelta pero quizá sean centenares. Cuando era pequeño contemplaba desde la ventana del coche dos cosas que me llamaban poderosísimamente la atención: La altitud de la Sierra de San Gregorio (aún no sabía que se llamaba así) y los restos de una desvencijada iglesia que, desde la lejanía, aparentaba un estado bastante ruinoso. Con el tiempo, cuando ya era dueño de mi propio destino viajero, un buen día decidí dejar la autovía para llegar a esa iglesia que llevaba décadas atrapando mi atención. Y así comenzó mi conocimiento de Santa Cruz de la Sierra y los tesoros que guarda en sus 44 km2.

 

 

 

En cuanto a lo que a mí me parecía una iglesia, resultó ser parte de un convento, el Convento Agustino de San Joaquín, fundado en 1629 por Juan de Chaves y Mendoza. Es un edificio verdaderamente sorprendente. El estado del convento es de ruina y la práctica totalidad de sus estancias están derrumbadas. Aún sueño con el momento en que algún organismo con la suficiente sensibilidad y presupuesto apueste por su recuperación.

 

 

 

La Iglesia es la única parte del edificio que, con las debidas y lógicas precauciones y bajo la responsabilidad individual, puede visitarse. 

 

 

 

La historia de estas tierras se remonta al Neolítico, época desde la cual existen evidencias de ocupación. El lo más alto del Cerro de San Gregorio es un lugar fascinante. Corona su cúspide (844 m.s.n.m.) algo parecido a un crómlech en el centro del cual existe un aljibe árabe, también una piedra sacra. Durante el ascenso a este lugar vas dejando atrás tumbas antropomorfas de época visigoda, restos de un acueducto de origen romano que bajaba de la sierra, otras evidencias arquitectónicas de época islámica y el Castro prerromano de San Gregorio. El asentamiento se encuentra en el trayecto desde Turgalium (Trujillo) hasta Augusta Emérita (Mérida). En 1233, las tropas de Fernando III de Castilla recuperan este territorio de manos árabes y, desde entonces, su desarrollo poblacional está sujeto al de Trujillo, ciudad de la cual va a depender durante buena parte de su historia.

 

 

 

El interior de la iglesia de este convento alberga algunas curiosidades. En sus pareces podremos ver grafitos que tal vez fuesen proyecto de retablos o trampantojos. También encontramos inscripciones que nos hacen pensar en un uso como almacén de grano ya que aparecen nombres ligados a un posible recuento de unidades de algo, con fechas de cuando se ingresa y cuando se retira. 

 

 

 

Para los más osados y aventureros, recomendamos la visita siempre con las debidas precauciones. Para el resto o quienes no tengan oportunidad, os dejamos con estas fotografías.

 

 

 

 

 

Cómo llegar: Haz click aquí para ver la situación exacta del convento en Google Maps.