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La fortaleza Templaria

A pesar de lo épico del título, con este reportaje tengo sentimientos encontrados. Me ha costado afrontarlo. Por una parte admiro este legado que nos ha llegado tan importante para conocer y entender nuestra historia y la de la humanidad ya que estos monumentos están marcados por guerras, disputas, más de una cultura, e incluso por el ansia de dominar el mundo que algunos tuvieron en su momento.

Por otra parte sentía vergüenza por pertenecer a la misma especie que comparte ADN de quienes se arman de sprays y pintura para graffitear, ultrajar y vejar algo como el Castillo de Burguillos del Cerro ignorando que se trata de una de las fortalezas más importantes de Extremadura. 

Después de reflexionar decidí no atormentarme con la idea de pertenecer a la misma especie que los “amigos” Jose, Paco, LMD, KDS, JMA, JSA, un tal Lelo y algún espécimen más que firman los muros de la fortaleza como si los hubiesen hecho ellos. He llegado finalmente a la conclusión de que estos sujetos se apartaron un día de la línea evolutiva del Homo Sapiens, o tal vez nunca llegaron a alcanzarla, aferrándose como Homo Neanderthalensis a un mundo que no son capaces de entender, apreciar, respetar y, quizá, por ello lo atacan.

 

 

No obstante, por más vueltas que le doy, tampoco alcanzo a comprender el porqué esas pintadas continúan en el monumento desde hace ya… ¿cinco años?. Mi compañero José Luis Díaz, director de Arte en Ruinas estuvo allí en 2017 y por lo que he podido ver en su reportaje las pintadas ya existían porque los homínidos Lelo, Jose y Paco ya había firmado con falta de pericia alrededor del matacán… ¡Pero qué sabrán ellos lo que es un matacán!. El daño está ahí y seguirá hasta que se conmueva quien deba aflojar la mosca para su retirada.

 

 

Bueno, vayamos a la chicha, porque la visita bien lo vale. Hace algunas semanas recalé con toda intención en Burguillos del Cerro para conocer el castillo que jamás había pisado y siempre me había maravillado al paso por la población desde la carretera.

Como soy de costumbres fijas, dejé el coche en la Plaza Altozano, supongo que es porque es el lugar donde solía dejarlo cada vez que visitaba Burguillos. El lugar es céntrico y más o menos equidistante de todos los puntos de interés de esta localidad, que son varios. 

 

 

Me dejé guiar por la cartelería que indicaba el camino de subida al castillo, discreta pero efectiva porque no me perdí, pasando por la Iglesia fortificada de Santa María de la Encina.

 

 

El templo está rehabilitado y convertido en Centro de Interpretación de la Arquitectura Popular Extremeña.

 

 

En él pude contemplar, además del contenido musealizado, restos de su pasado templario, algunos tan curiosos pinturas originales o el cementerio mitad templario mitad árabe que se encuentra en una especie de cripta bajo el edificio.

 

 

 

Dejo atrás la iglesia para encarar con entusiasmo el sendero que sube hacia el castillo en el que aprecio unas obras de acondicionamiento y pavimentado. La pendiente, como toda subida a un castillo, pasa por algunos tramos más empinados que otros pero se corona sin dificultad la puerta de la fortaleza. Al llegar, y como se dice en esta tierra, se me cayeron todos los palos del sombrajo al ver cómo algunos de los Neanderthales a los que me refería antes habían decidido acompañar con su firma al escudo de armas de la familia Zúñiga sin haber contraído más mérito que el de comprar un bote de spray y subir la cuesta.

 

 

La edificación, probablemente del siglo X, se atribuye al dominio islámico a quienes perteneció hasta la recuperación de Burguillos para la corona de Fernando III de Castilla y León. Es de planta cuadrangular, sobresaliendo sobre esta dos torres, la del Homenaje, como cualquier buen castillo que se precie y otra conocida como la Torre Parda. Además de estas dos existen cuatro torres más, tres de ellas circulares y otra cuadrangular.

 

 

El castillo se reconstruyó sucesivas veces entre los siglos XIII y XV. y conserva estancias interiores como escaleras y una gran sala con dos cúpulas en la Torre del Homenaje. También conserva un aljibe y un foso que se encuentra cegado.

 

 

Merece la pena subir a la torre del homenaje y contemplar las vistas. Una serena mañana de Febrero todo, desde aquí, se antoja eso… sereno. El verde de las dehesas, el ganado pastando tranquilo, alguna fogata que eleva su humo cadencioso, atisbar el ir y venir de los habitantes de Burquillos…

 

 

 

 

 

 

 

 

Haz click aquí para ver la ubicación del castillo y poder llegar con la ayuda de Google Maps.