Turismo

La montaña mágica de Berzocana

Una de las cosas que tenía pendiente desde hace tiempo era "trastear" por Berzocana. La población se me antoja preciosa. Es un remanso de paz rodeada de montañas con una arquitectura que ofrece algunas fachadas tradicionales. Llegué transitando una de las carreteras más bonitas del entorno, la que transita desde Logrosán hasta Berzocana y cuyo recorrido recomiendo hacer sin prisas, con el deleite del paisaje, y si conduce la persona menos curiosa de la expedición muchísimo mejor porque verdaderamente es disfrutable.

 

 

Una vez en Berzocana y tras reservar mesa para comer más tarde, decidí subir a conocer en primera persona el "Cabezo del Moro", una singular piedra caballera que, desafiando las leyes de la gravedad, al viento y al resto de los agentes naturales, se mantiene en pié de forma casi imposible. Subí en coche hasta un pequeño aparcamiento en el que está perfectamente señalizado el recorrido hasta el lugar que apenas cuenta con pendientes que la hagan dificultosa para los menos hábiles en la montaña.

 

 

El recorrido parte, junto a una casa rural, de un bosque de madroños que ¡Oh!, estaba cuajado de frutos de los que di buena cuenta durante el camino. Uno ya se da cuenta de que esa montaña tiene algo, tiene duende. Las formaciones rocosas que voy dejando a mi izquierda son curiosas, fruto del depósito arenas cuando todo esto era mar. Hoy se denomina Cuarcita Armoricana de forma científica y los lugareños le llaman el Cancho de Las Sábanas. A la derecha, abajo, veo el pueblo de Berzocana durante casi todo el recorrido.

 

 

 

 

 

La piedra conocida como el Cabezo del Moro o la Cabeza del Moro tiene tanto de caprichosa en cuanto a su formación natural mediante procesos erosivos como en su denominación ya que, en algún momento, alguien reconoció en esta roca la cabeza de un moro.

 

 

 

 

 

Paro, dejo la cámara tras tomar algunas fotografías y disfruto del entorno.

 

 

Reanudo la marcha más tarde para ir a conocer alguno de los abrigos que contienen pinturas rupestres en esta misma sierra. Llego hasta el abrigo de Los Morales y después a la Cueva de los Cabritos, esta vez con algo de esfuerzo porque la senda se dispara cuesta arriba de forma impasible. En el de Los Morales, me para un poco dejarme engullir por el embudo que se pierde en la oscuridad y trato de mantenerme cerca de la entrada mientras busco las pinturas. La de los Cabritos está más nivelada pero el hecho de haber realizado fuego desde tiempos inmemoriales en su interior han debido borrar, con toda probabilidad, algún rastro pictórico distinto de los que se encuentran en la entrada. Hace apenas dos años tuve la fortuna de encontrar el Risquillo de Paulino, a unos 5km. de aquí, y disfruté enormemente. Tal fue la impresión que aún me reservo las fotografías porque no sé cómo expresar lo que pude ver allí. Estos lugares conforman el patrimonio rupestre de Berzocana que, sin duda, merece la pena conocer.

 

 

 

 

 

Disfruto de los dos lugares, del entorno, de la maravillosa mañana. Me admiro contemplando la montaña porque es mágica. Pienso que en la noche de los tiempos se pierden leyendas y rituales misteriosos en esta zona. Pobladores primitivos que conocían el bosque y lo recorrían a diario buscando sustento. Me quedo sin  y me quedo sin subir al Punto Geodésico pero me recreo con parte de la ruta botánica. Creo que tendré que volver con algo más de tiempo para hacer la ruta circular del Geositio. Y todo porque el hambre aprieta y el compromiso de ocupar una mesa a la hora reservada también.

 

 

 

El Geoparque Villuercas Ibores Jara nunca defrauda.