Turismo
Los olmos templarios
El enunciado sentencioso atribuido a Miguel de Cervantes dice que "El que lee mucho y anda mucho ve mucho y sabe mucho". Yo lo repito constantemente porque creo que leer es fundamental y viajar también, casi tanto como comer o respirar, en el caso contrario quienes no practican estas dos máximas, al menos de vez en cuando, terminan siendo seres aborregados sin apenas capacidad para moverse del sofá o viajar más allá de lo que Netflix les lleve.
Dicho lo cual aclaro que ni soy un ratón de biblioteca ni tampoco Phileas Fogg, y prueba de ello es la sorpresa con la que me encontré la pasada semana cuando alguien, en un grupo de whatsapp, recomendó visitar este lugar. Evidentemente Cabeza del Buey cae lejos de todo pero... ¿qué mejor regalo de cumpleaños que lanzarse a la aventura?. Y así lo hicimos mi acompañante y yo, completando una preciosa ruta que recomiendo a todo el mundo llevando el siguiente itinerario: Zafra, Usagre, Valencia de las Torres, Campillo de Llerena, Peraleda del Zaucejo, Puerto Hurraco, Monterrubio de la Serena, Helechal, Almorchón y Cabeza del Buey, donde se encuentra esta preciosa Ermita. Total 137 km. La vuelta la completamos con otro rodeo yendo desde Cabeza del Buey hasta Puebla de Alcocer donde comimos, después tiramos hasta Orellana la Vieja, Villanueva de la Serena, Don Benito, Medellín y desde ahí hasta Mérida donde pasamos noche. Otros 165 km. En total la ruta fueron 202 km, más o menos pero nos permitió disfrutar (en lugar del sofá+Netflix) de unas vistas preciosas en un día desapacible y lluvioso en el que ¿Por qué no salir?. Esa ruta nos permitió conocer nuevos lugares y curiosidades, como la vinculación de Valencia de las Torres con uno de los hermanos Pinzón, el Cementerio de los Italianos, el Castillo de Almorchón, la rotonda más grande de Europa (Cerro Masatrigo), las magníficas vistas desde el castillo de Puebla de Alcocer, el precioso paisaje en florida decadencia de los frutales en las Vegas Altas...
Y esta maravilla: La Ermita de Nuestra Señora de Belén, en Cabeza del Buey. Que es sobre la que quiero mostraros. Se encuenbtra a 11 km de Cabeza del Buey y tan solo a 3 de Almorchón.
Este pequeño templo, Bien de Interés Cultural, fue levantado por los templarios durante el siglo XIII, con la llegada a este lugar de los caballeros del Rey Fernando III que contaba con el apoyo de tropas templarias. Estos se hicieron con el castillo de Almorchón, fortaleza de origen islámico. Los templarios levantan la Casa Cuartel a la que se le van añadiendo otros edificios hasta el siglo XVI. De esta manera, hoy podemos contemplar un pequeño monasterio con un llamativo claustro de estilo románico y la ermita que alberga la imagen de Nuestra Señora de Belén.
El estilo que se puede apreciar en la actualidad es barroco y está decorado con pinturas murales, algunas estucadas de estilo italiano y otras al fresco, que datan en su origen de los siglos XVII y XVIII habiendo sido restauradas en 1995. Una impresionante reja de forja del siglo XVII separa la nave del crucero. Este se proyecta hacia el exterior mediante una bóveda de cañón con dos capillas (evangelio y epístola) a cada lado de la capilla mayor. zona reservada a los templarios del resto que es de acceso público. Bueno, menos los martes que cierra y no puede visitarse, claro.
Una de las cosas más sorprendentes, fuera ya del templo, es el pequeño bosque de olmos centenarios. Están declarados árboles singulares y, según se cuenta, fueron plantados hace más de 150 años para dar sombra a los romeros que acudían a rendir culto a la virgen. Incluso en un día como hoy, con desapacible viento frío y lluvioso a ratos, en este lugar encuentro la paz que solo se haya en un puñado de lugares elegidos. Cierro los ojos e inspiro y me empapo de la historia que rodea este monumento arquitectónico en el centro y natural en su parte exterior. Imagino a Muñoz-Torrero paseando mientras pensaba acabar con cruel la inquisición o en el articulado de la Constitución de 1812 o en la libertad de imprenta o en tantas cosas mientras estos olmos crecían. Es Marzo, aún estos sabios olmos están otoñados y no tienen hojas pero puedo imaginar el sonido del viento agitando sus hojas. Estoy seguro de que es entonces cuando hablan y cuentan todo cuanto saben.