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Keep Calm and conoce cómo se hace un botijo

En el subconsciente de muchas personas a las que conozco está aquella imagen romanticona de la película "Ghost" en la que Demi Moore jugueteaba con el barro abrazada por Patrick Swayze. No puedo evitar recordarla cada vez que me asomo a una alfarería. Y hablando de alfarería podemos presumir en Extremadura de poseer una de las más importantes en lo que a tradición e historia se refiere. Viajé hace unos años a Salvatierra de los Barros, que hasta hace menos de un siglo se llamaba Salvatierra de los Jarros, para conocer el interior de una. Sea de los Barros o de los Jarros, Salvatierra se debe a ambos sustantivos, por su barro y por la producción sempiterna de jarros, botijos, ollas, huchas y todo tipo de objetos de uso doméstico (antiguamente) y de decoración para el hogar.

La alfarería de Salvatierra tradicionalmente tuvo un sentido funcional. No hay mejor embajador de la población pacense que un botijo, de esos, de barro "colorao". El sistema de refrigeración de agua más eficiente y económico que existe. Esa técnica tan simple como el enfriamiento evaporativo ya era conocida desde tiempos remotos pero en el botijo de Salvatierra ha encontrado una continuación, la inmortalidad. Si no fuese porque aún se usan, nadie pensaría en eso del "enfriamiento evaporativo". Y aunque los chinos hayan tratado de destruirlo fabricando, con escaso éxito, botijos de plástico, un buen botijo de Salvatierra es eso, una artilugio para enfriar agua. Además, ¡y lo bonito que queda sobre una mesa o en la cocina!. Lleno de agua, naturalmente.

El proceso de fabricación comienza con la recogida del barro que previamente ha sido seleccionado por su calidad. Posteriormente se transporta a la alfarería donde llega sólido y seco, cargado de las impurezas naturales que se le retiran después de un batido. Una vez humedecido adquiere su consistencia moldeable y posteriormente es trasladado a unos fosos bajo el nivel del suelo, tipo piscinas, en los que se apelmaza a conciencia para eliminar los posibles poros de aire que pueda contener. Esto se hace para poder conservarlo durante mucho tiempo. 

Cuando va a utilizarse, se extrae de este depósito en porciones transportables, llamadas pellas, y se amontonan dispuestas para su uso o, incluso, para ser envasado en plásticos si va a ser transportado a otro lugar. Todo este proceso (extracción del barro, molido, batido y transporte) es totalmente manual y artesanal, lo cual supone un importante esfuerzo físico para los alfareros que lo realizan.

En el torno, como en Ghost, el artesano dará la forma de las piezas que desee realizar. La mayoría de los tornos son actualmente eléctricos pero hasta no hace muchos años, estos eran accionados con el pié.

Las piezas una vez realizadas son puestas a secar "al aire" y, una vez secas se les aplican las pinturas, esmaltes o vitrificado que el horno se encargará de fusionar con la pieza. Otras terminaciones pueden ser el bruñido, tarea que tradicionalmente realizaban de forma artesanal las mujeres conocidas como bruñeras. Este oficio de bruñera llegó a ser tan personal que cada una de ellas tenía sus propios motivos decorativos que plasmaban en cada pieza.

Por último "los cacharros", como se denomina genéricamente a todos los objetos fabricados en barro, se almacenan para su distribución y venta. Son piezas exclusivas, artesanales, realizadas íntegramente a mano. No hay dos iguales. Sincera y honestamente pienso que es un oficio que, además de ganarse todo el respeto y reconocimiento, merece la atención necesaria para que no desaparezca tal y como ha sido realizado durante siglos. Porque... al fin y al cabo... ¿Qué sería de la humanidad sin botijos? y lo digo completamente en serio, creedme.

Te recomiendo hacer varias cosas más en Salvatierra de los Barros, además de visitar las alfarerías y adquirir en origen piezas únicas. Por ejemplo, conocer un antiguo pozo de nieve, admirar su fantástico castillo (que aunque sea privado, la vista por fuera es imponente), pasear por sus calles, visitar (imprescindible) su Museo de la Alfarería y el Barro. Y si se te echa la hora de comer encima, al salir del museo, cruzas la calle y en "El Refugio" te puedes apretar un par de huevos fritos con jamón o chorizo de matanza y una jarra de vino que te quitarán el "sentío", prometido.