Ven a volar conmigo

Si alguien me propusiesen estar 21 meses caminando sin sentarme recorriendo la distancia que separa la Tierra de la Luna pensaría directamente que ha perdido el juicio y la razón. Si me dejasen sentar de vez en cuando y dormir en una cama ocho horas por día, me lo pensaría como reto pero, ¡leches!, es que son 384.400 kilómetros, kilómetro arriba, kilómetro abajo. Después de tirar de calculadora veo que tendría que caminar algo más de 610 kilómetros diarios. Vamos, que es imposible.

¿Crees realmente que algún ser vivo es capaz de semejante hazaña?. Hoy vengo a contarte que los vencejos lo hacen. Son capaces de hacer lo que te he contado durante 21 meses seguidos. Y durante todo este tiempo son capaces de realizar en vuelo casi todas sus funciones vitales, alimentarse, beber, aparearse e incluso dormir.

Estas aves son espectaculares gracias a ser las que mejor adaptadas están a la vida aérea. Además, parecen estar en la nómina de los agricultores e incluso del Ministerio de Sanidad ya que consumen masivamente insectos de todo tipo que, de proliferar, causarían daños importantes para la vida humana.

En Extremadura tenemos la suerte de contar con un hábitat único en el que los vencejos desarrollan parte de su vida al año. Os hablo de Alange. Aquí, un total de cuatro especies de las cinco existentes en la Península Ibérica (Vencejo Cómún, Vencejo Pálido, Vencejo Real y Vencejo Cafre) se dan cita cada año. Incluso llegan a permanecer en invierno, siendo Alange una de las tres localidades conocidas en Europa donde esto ocurre.

Es un verdadero espectáculo en primavera o verano, a última hora del día, sentarse a contemplarlos junto a la Iglesia de Nuestra Señora de los Milagros, donde anida una importante colonia de vencejos pálidos. O también, siempre al atardecer, dar un paseo por la muralla de la presa en la que anida un número aproximado de 1000 ejemplares. El piar, su vuelo rápido y la gran cantidad, constituye un espectáculo verdaderamente hipnótico.

Y, por lo que parece, se dan cita cada año en Alange porque, de alguna manera, son conscientes de que se les festeja. El Ayuntamiento lleva años haciendo campaña para mentalizar a los habitantes de las bondades de estas aves. Y parece que va calando entre los vecinos el hecho de considerar a los vencejos como aliados en lugar de aves molestas. Se han ganado el respeto de todo un pueblo. Tanto que hace unos días se ha celebrado el VII Festiva de los Vencejos.

Enobirding, concursos fotográficos, talleres para adultos y niños, rutas, animaciones y un montón de ponencias durante las VII Jornadas Técnicas se han celebrado el fin de semana del 1 y 2 de Junio. Estuve en la Inauguración en la que las autoridades, Juan Mari Delfa (Delegado del Área de Desarrollo Rural, Reto Demográfico y Turismo), Manuel Antoni Díaz González (Presidente de FEDESIBA) y la Alcaldesa de Alange, Maria Julia Gutiérrez Dios, coincidieron en subrayar la importancia que para el desarrollo de la localidad supone la celebración de este festival que no queda solo en lo lúdico sino que se adentra también en lo técnico y científico.

Mientras tanto, los vencejos, ajenos (o no) a la celebración, sobrevuelan insistente y persistentemente el cielo de Alange. A veces, cuando veo el castillo de lejos y la sierra sobre la que se asienta, sueño despierto con La Creación de Adán. Entonces se me antoja que, como en el fresco de la Capilla Sixtina que pintara Miguel Ángel, Dios debió tocar la tierra con su dedo justo en este lugar, y ahí surgió la Sierra de la Culebra y el río Matachel que los hombres convirtieron en el gran pantano. Y llegaron los vencejos, y muchos se quedaron a vivir, y alegraron el espíritu de un pueblo con su ir y venir, con su algarabía incesante. Esto es lo que me inspira este lugar en primavera.

Es difícil resistir a la tentación de quedarse a vivir en Alange. Y no solo es por los vencejos, eso ya te lo he contado otras veces, y lo seguiré haciendo, es por muchas más cosas...

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