Turismo

Entre el cielo y la tierra (Badajoz desde las alturas)

Entre el cielo y la tierra hay mucho que contar. Demasiado, porque todo lo que existe por encima y por debajo simplemente no existe, al menos místicamente. Existen la atmósfera, la estratosfera, planetas, galaxias, cúmulos y estrellas. Y por debajo todas las cortezas de nuestro planeta azul, como una cebolla, una a una, que llevan a un corazón ardiente.

No creo en un cielo donde, etereamente, vagan las almas de nuestros antepasados ni en el infierno donde arden los malvados en las calderas de Pedro Botero. Algo habrá después de este pasaje que llamamos vida, sin duda, pero no creo que sea ese concepto más próximo a Dante o, en versión gamberra, de la serie Preacher.

Ernesto Sábato y Jorge Luis Borges intentaron elaborar otra versión sobre el cielo y el infierno que les llevó a valorar finalmente todo el ideario como un caro deseo de eternidad, una manifestación de temporalidad, respuestas del hombre a una vana repetitividad que solo cesa con la muerte, un terreno de límites antes que de aspiraciones.

El infierno estaba a finales de mayo de 2024 en la calle. Con casi 32 grados a primera hora de la tarde había ido a visitar a Javier Heras al Museo Arqueológico Provincial de Badajoz y después debía tomar algunas fotografías de la Catedral.

- Buenas tardes, necesito tomar unas fotografías para una web de turismo de Extremadura para la que trabajo.
- Son ocho euros la entrada completa
- Ya, pero… mire, esta es mi acreditación de prensa…
- Son ocho euros, cinco si no quiere el recorrido completo.

Sé que la mente germánicocuadriculada de quien me atiende no va a doblegarse una sola micra, quizá porque obedece a las normas establecidas de las que deja claro que no se va a mover. No le culpo y decido en ese momento huir del impasse en el que estamos el taquillero y yo (al final de la visita terminamos charlando largo y tendido sobre lo divino y lo humano). Salvarlo supondría intentar explicar que mi trabajo supone difusión para el monumento, que eso atraerá más visitantes, que bla, bla, bla…  Hoy no toca “dies ireae” y cada vez soy menos dado a discutir así que... aflojo la pasta con la ilusión que me supone ver que la entrada de ocho euros incluye la subida a la torre de la Catedral.

Entusiasmado por ver “tóBadajóentero” cámara en mano, perdón, en ojo, me lanzo o me alzo a subir 142 escalones, tres pisos, pasando por los antiguos aposentos del campanero, el cuerpo del reloj y el cuerpo de campanas.

Y ya, en lo más alto, descubro que voy a comenzar un paseo por Badajoz desde el aire. Aunque no me mueva de los 121 metros cuadrados que piso, escudriño cuidadosamente con mis ojos un paisaje irregular de tejados, cubiertas, antenas, avenidas, río, puentes, monumentos…, Estoy a 41 metros sobre el nivel de la calle, pienso en el arquitecto, Gaspar Méndez (1546) y en este regalo que nos dejó

"Si quiso ser original
Lo ha hecho fantástico
No me parece normal
Llámame clásico
¿Có-cómo-cómo agradecerte este regalo?
Nostálgico, excéntrico, democrático
Puede que para ti incluso romántico
De un modo que no entiendo" - (IZAL, Extraño regalo)

A golpe de música me dejo seducir por las vistas y me recreo en ellas, sin prisas, después tomo la cámara para poder contarte todo aquello que, desde este lugar, puedo ver.