Turismo

Color Serena

¿De qué color son las cosas que están vivas?. ¿De qué color es una montaña?… ¿De qué color es el cielo?… O… ¿De qué color es el agua de los pantanos, los ríos y los arroyos?.

Todos me diréis rápidamente el cielo es azul. Ya, pero depende de la hora a la que lo mires. O… las montañas son marrones. Bueno, depende de si están lejos o cerca, en ese caso serán marrones, verdes o azules. ¿Y el agua? ¡Azul, claro!. Sí, pero dependerá del color que tenga el cielo en ese momento.

Un día, cuando mi hija era pequeña, mientras paseábamos por la orilla del río Guadiana me espetó: “Papá, ¿El agua está viva?”. Llevo veinticinco años dándole vueltas a esa pregunta y ha sido necesario venir hasta Las Poyatas, en Zarza Capilla, Comarca pacense de la Serena, acompañado por la auténtica Dora Exploradora para encontrar la respuesta. 

Las vistas desde este lugar son impresionantes, sobrecogedoras. Me paraliza la cantidad de información que recibo y, por un buen momento, la única palabra que soy capaz de articular es un rotundo “¡Guauuu!”. Mi sorpresa es tan grande que repito inconscientemente la misma fotografía quince veces.

“Allí tienes a la vista la provincia de Ciudad Real”, “Aquello otro es el castillo de Capilla”, “Mira, mira, la cola del pantano”, “Y aquello es el Peñón del Pez” “Esa es la provincia de Córdoba” “Ah, lo más grande, el Cerro Masatrigo”… Dora Exploradora tiene tanto entusiasmo con las vistas como casi alcanzo a tener yo. Ambos con antepasados de la misma comarca, solo que por su sangre corre esencia de La Serena profunda y por la mía de Villanueva.

“Las Poyatas”, en Zarza Capilla, encierra un pasado túrdulo por descubrir, como también lo tiene el Peñón del Pez en Peñalsordo, el cual tengo al alcance de la vista en este momento. La subida se puede hacer desde Zarza Capilla Vieja, dejando el coche allí y recorriendo el kilómetro y medio en ascenso hasta la zona de despegue de parapente “Despegue Oeste Zarzacapilla”. Desde ahí hasta la cumbre deberás recorrer un sendero empedrado flanqueado por la parte izquierda, la de caída, por un muro de piedra. A ojo de buen cubero no creo que sean más de quinientos metros los que hemos caminado para coronar el alto. Insisto en que aquí las vistas hacia los cuatro puntos cardinales son prácticamente infinitas, indescriptibles, inimaginables incluso. Me llama la atención la pequeña plataforma de la cima, soportada por un muro de piedra que la contiene en la parte Este. Encuentro restos de cerámica antigua, de época que no puedo determinar, y pienso en el posible asentamiento túrdulo de este punto.

La naturaleza ha golpeado sin piedad esta semana algunos lugares de la geografía española. Nos ha dejado sin habla ante el horror de cobrarse vidas humanas. Pero aquí y ahora vuelve a dejarme sin habla por todo lo contrario, la extraordinaria belleza y el maravilloso milagro de la vida.

Bajamos de las nubes y plantamos los pies en la tierra de Peñalsordo para “apretarnos” unas raciones de cochinillo y bacalao frito “amarillo” en El Rincón de Pipe. Comentamos lo visto, las sensaciones vividas y percibidas, y todo se esfuma en la inconsistencia de palabras que tratan de expresar lo inexpresable. Hablamos también de la vida y ahí, al mezclarlo todo, es donde me doy cuenta de que el color de las cosas que están vivas es el “color Serena”. El único color que puedes mirar fijamente para encontrar respuestas y crear nuevas preguntas. Es un color que no solo define vida, sino también ilusión y otras muchas cosas más que podrás sentir el día que lo tengas frente a ti y seas capaz de identificarlo.

 

Ya, en casa, pensando en el color, en las nubes y en las montañas, mis ojos tropiezan con la portada de Gênesis, de Sebastiao Salgado, y juego un rato a ser él, a intentar mirar con sus ojos. Y se me ocurre que si él hubiera visitado este lugar hoy, habría entendido lo del color serena.