Turismo
Almocóvar
Hace unos días tocaba descansar. No diré si era Domingo o Jueves, ¡qué más da!. Mientras remoloneaba aún enredado en las sábanas pensaba que, en lugar de no hacer nada, me apetecía hacer una excursión para mí. Solo para mí. Coger el coche y comenzar a conducir sin rumbo fijo y dejar que el destino fuese decidido a medida que avanzara el paisaje, se presentasen las sensaciones y aflorasen los recuerdos.
Quiso el azar que el rumbo inicial apuntase hacia Cáceres y todo me llevó a un lugar que conozco bien, Alcántara. Quizá la costumbre o el cariño.
No quería repetir visitas a lugares que me son muy familiares porque Alcántara para mí es casa, así que aproveché para entrar en la Iglesia de Santa María de Almocóvar.
Y después pensé que no fue el azar, sino una publicación que leí semanas atrás y que trataba sobre el Templo Románico de Santa María de Almocóvar. Para colmo de mi interés estaba firmado por mi querido amigo Francisco Manuel Sánchez Lomba. El caso es que ese estudio se debió quedar rondando por algún rincón de mi cabeza hasta que afloró aquella mañana y yo, románticamente, lo atribuí a... "¡La llamada!”.
Llego, aparco y decido "abusar" de las personas responsables de la Concejalía de Turismo. Y, como siempre, por su parte todo son facilidades y lo que en otros lugares parece un mundo aquí se torna sencillo porque Alcántara es casa.
La sensación ya la conocía de otras veces y otros lugares: una enorme puerta de madera, una cerradura antigua, una pesada llave que entra, gira, produce un sonido mecánico y un leve chirriar al ceder los goznes. Ese es el preludio que anuncia la magia de un lugar y que lo que estás a punto de ver te va a maravillar. Y nunca falla.
El Dr. Sánchez Lomba (que aunque es amigo también es Dr. en Historia del Arte) comenzaba su estudio hablando de la escasez de las manifestaciones artísticas del Románico en Extremadura. Para sorpresa mía, este templo guarda algunas de ellas.
El edificio actual obedece a una serie de reformas y modificaciones arquitectónicas del original ejecutadas en los siglos XVI y XVII. De esto se deduce que hasta mediados del siglo XVI el templo conservaba su estética románica original. Hoy en día, del románico solo conserva el cuerpo inferior de la torre, parte de los muros de cerramiento laterales y sus correspondientes portadas y la fachada de los pies que es la más interesante de todas.
En el interior las dimensiones de la nave, libre de columnas, resultan llamativas. El material en el que están levantadas las paredes hasta los arcos, el granito, le confiere un aspecto recio y contrasta con las bóvedas encaladas. Como todo en Alcántara, la visión me traslada a otra época, a otro siglo y a un ambiente épico.
Tampoco tiene mucho mérito que yo hable de que las sensaciones que percibo aquí son épicas. Y no lo es porque llevo tres años fotografiando la investidura del Maestre de la Orden de Alcántara que, en 2024, ha recuperado con gran acierto la escalinata del templo.
Pero volviendo al interior de la iglesia, resulta interesante contemplar el legado artístico que contiene. Uno de los más llamativos está situado en el pasillo, se trata del sepulcro en alabastro del comendador de Piedrabuena, Frey Don Antonio Bravo de Jerez, obra de Lucas Mitata. Las lápidas con escudos nobiliarios tallados en granito ocupan todo ese mismo pasillo central y obedecen a enterramientos de personajes ilustres de la villa, como el que Diego Arias Maldonado, bisabuelo de San Pedro de Alcántara, adosado al muro de la iglesia. En la Sacristía hay cinco tablas de Luis de Morales, también está la pila bautismal en la que fue bautizado San Pedro de Alcántara…
Gracias al estudio realizado por Sánchez Lomba (te lo dejo aquí por si tienes interés en leerlo completo, lo cual te recomiendo) conocemos la fecha exacta de su remate: 1281. Su nombre podría proceder del árabe “Al-Mocovara” que significa el lugar más alto o bien de “Al-Maqavir”, el cementerio.
Paseo, me siento en uno de los viejos bancos de madera. El silencio se quiebra al crujir la madera y reverbera con eco por toda la nave. Observo, el sonido va desapareciendo y deja lugar de nuevo a un silencio que sobrecoge pero no incomoda. Un silencio que quiere hablarme pero que está mudo. Es la voz de la historia, silenciada por no tener cuerdas vocales propias. Entiendo que tendré que leer de nuevo la información que tengo sobre este lugar y que la próxima vez que vuelva a Alcántara tendré que venir de nuevo a admirar y a intentar conseguir arrancar alguna de esas palabras que la historia se esfuerza por articular pero la realidad le impide hacerlo.
Y me marcho de nuevo, como suelo hacerlo en estos casos, con más preguntas que necesito responder. ¿Existió verdaderamente una mezquita en el mismo solar sobre el que se edificó en el siglo XIII la iglesia? ¿Cuál es el origen de las figuras zoomorfas que existen en la puerta del lado de la epístola? ¿Y quiénes son los maestres de la Orden de Alcántara representados en las figuras de la fachada oeste?.
Si quieres visitarla, puedes curiosear los domingos a las 13 horas, que hay misa, pero te recomiendo mejor ponerte en contacto con la Oficina de Turismo de Alcántara llamando al 927 39 08 63.