Turismo
Quisiera ser tan alto como las nubes
La mañana prometía fresca. Era aún de noche cuando salí de casa y el termómetro marcaba 3 grados de temperatura exterior, lo cual, después de ver las últimas bandadas de grullas cada vez más numerosas, no me sorprendía. Por el camino hacia El Torno me fui encontrando temperaturas de hasta cero grados en Casas de Don Antonio, por ejemplo, o en Aldea del Cano. Estos lugares registran siempre las temperaturas más bajas en el trayecto de Mérida a Cáceres.
Tras resolver los asuntos que me habían llevado al Torno y viendo que era media mañana de un viernes, me di cuenta de que como se suele decir, el pescao estaba ya vendido y decidí hacerme un regalo acercándome hasta Cabezabellosa para conocer ¡por fin! el famoso mirador.
Reconozco que en esto de las tendencias me gusta ir contracorriente. No vi Juego de Tronos cuando todo el mundo hablaba de ella. Tampoco La Casa de Papel. Preferí hacerlo cuando todos dejaron de comentarla. ¿Por llevar la contraria? Tal vez pero quizá más porque me abruma dejarme llevar por las tendencias, las modas y el “hay que hacer/ver/escuchar/ir a esto porque todo el mundo lo hace”. Y lo mismo me pasó con el mirador de Cabezabellosa.
El ser humano es caprichoso por naturaleza y, desde que entró en servicio a principios de 2022, individuos-as de todas las edades acudían en tropel para hacerse fotos y presumir de que ya habían estado allí. Odio esa especie de esnobismo así que, como no me parecía honesto recomendar ir a un lugar al que yo no iría en ese momento, dejé dormir el mirador hasta encontrar la ocasión propicia.
Y ese día llegó, o lo hice llegar recorriendo los 7,3 kilómetros en los que empleé casi media hora porque me apetecía ir recreándome en el viaje sin dejar de estar atento a la conducción. El Pico Pitolero (1.354 msnm) domina los Montes de Traslasierra que voy dejando continuamente a mi derecha según me dirijo hacia Cabezabellosa.
El truco, al llegar, está en no meterse en la población. Sus calles angostas te harán temer quedar encajonado con tu coche en cualquiera de ellas, así que lo mejor es bordear toda la población buscando la indicación para llegar al cementerio, donde se puede aparcar y donde justamente comienza el sendero por la sierra hasta el mirador.
La población, Cabezabellosa, está situada a 856 metros sobre el nivel del mar y tiene algo menos de 350 almas, belloso arriba, bellosa abajo. Perderse, a pie, por sus calles es una experiencia que te hace inspirar el verdadero aire de la sierra, el frío del norte, la esencia rural de lugares apartados en los que las chimeneas humean los días de invierno y en las calles huele a leña.
Tiene una Iglesia, la de San Lorenzo, del siglo XVII y la Ermita de Nuestra Señora del Castillo, del XVIII, con la que me encuentro casi a punto de llegar al lugar donde se encuentra el famoso mirador. En lo referente a patrimonio, Cabezabellosa cuenta en su término con un par de ermitas más, la de San Antonio del siglo XVII-XVIII y la de los Mártires, de igual fecha. También dos lavaderos del siglo XVII y un Palacio, en el interior de la población, el de la familia Carvajal y Girón de Plasencia, datado en el siglo XVI. Y también tiene un Bar donde se puede comer.
La subida cansa lo justo. Un fumador debería parar varias veces. Como no tengo ese problema y últimamente le doy bien a las piernas, me planto arriba en poco tiempo (la subida es menor al kilómetro) y ansioso por ponerme a disparar fotos. La bajada la hice más pausada para tomar las fotos que no hice en el ascenso.
Y allí arriba se produce la magia. Estoy solo. No hay ningún alma próxima que pueda interferir en el momento. El cielo está azul rabioso y las nubes juguetean por momentos a volar, ocultarse o disolverse. Acompañan mi estancia incitándome a disfrutar de las vistas.
Pienso en lo ingenioso de levantar esta estructura metálica con el suelo calado para aumentar la sensación de vista (y de vértigo para quien lo sufra), y en el diseño en forma de Y que permite por un lado la vista hacia Traslasierra y Cabezabellosa y por el otro a las Tierras de Granadilla.
Cierro los ojos y abro los brazos en el extremo que mira hacia el Jerte y dejo que el aire golpee en mi cara, le invito a acompañarme y así consigo sentirme como una nube más. Abro los ojos y escudriño el paisaje. Recorro carreteras y caminos. Busco chozos de piedra y también las calles del pueblo ocultas por la maraña de casas. Y me siento en el banco de madera que hay, y vuelvo a cerrar los ojos para pensar en aquella canción que decía “quisiera ser tan alto como la luna” y hoy me conformo con ser solo tan alto como las nubes para perderme en el cielo y poder verlo todo.
Al irme me doy cuenta de que unos impresentables han rotulado los cristales. Es una lástima que haya gente que cuide tan poco de lo que tenemos y que no respete el derecho de los demás a disfrutarlo en el mismo estado que se lo encontraron ellos antes de mamarrachearlo con sus garabatos. En fin... ¡qué le vamos a hacer!.
Donde está el mirador de Cabezabellosa -> aquí para ver en Google Maps
Donde te recomiendo aparcar -> aquí para ver en Google Maps