Texto y fotografías de: Diego J. Casillas Torres
02 September 2021
Conducir los 29 kilómetros que separan Cabañas del Castillo de Cañamero no cuesta trabajo, os lo aseguro. A pesar de las curvas, de llevar el sol de cara, de que nieve, truene o relampaguee. Es tan sencillo como reducir la velocidad y entregarse al disfrute, eso sí, con la máxima atención puesta en la carretera. Y es que hay pocas carreteras paisajísticas como la CC-21.1.
Dado lo curvo de la carretera, para inducir confianza a mi compañera de viaje, me afanaba en explicarle los fundamentos de la visión periférica y que me había adiestrado en ello. Pero ella estaba absorta, poseída por los paisajes y por el recorrido que transcurría paralelo a una gran mole de farallones de roca.
Cabañas del Castillo tiene poco más de cuatrocientos habitantes (424 en 2020) y su ayuntamiento agrupa a varios núcleos poblacionales que conforman el municipio de Cabañas del Castillo: Retamosa de Cabañas, Rotura de Cabañas, Solana de Cabañas y Castillo de Cabañas. Ya en época prehistórica hubo pobladores en esta zona. Las pinturas (que también visitamos pero dejamos para otra ocasión) del abrigo del Risquillo de Paulino dejan constancia de ello además de numerosos restos arqueológicos como la preciosa estela del guerrero de Solana de Cabañas, del Bronce Final que se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
Castillo de Cabañas, es la población más conocida de todas, debe su nombre al castillo construido en época de dominación árabe sobre el farallón que se alza sobre el pueblo. Más de la mitad de sus casas sobrepasan el siglo de antigüedad y dibujan un trazado urbano angosto y tortuoso adaptado a la roca y a la irregularidad del terreno.
Subimos al castillo por una escalera rupestre, arañada a la debilidad de los peñascos y contemplamos las vistas. Aquí, sentirse aire es bien fácil. Tan solo hay que abrir los brazos, cerrar los ojos y respirar profundamente mientras te dejas acariciar por el paisaje. Al abrirlos, contemplo cómo el pueblo parece una maqueta, el decorado de un Belén, ahí abajo, donde hace unos minutos nos encontrábamos.
Despedimos al sol en las inmediaciones del pueblo con un ritual (tecnológico) que ya comienza a ser habitual: haciendo fotografías. Y decidimos volver al pueblo para recorrerlo ahora en el silencio de la noche que comienza a abrirse paso a golpe de penumbra. ¡Qué magia tiene la hora azul!. El recorrido nos lleva de nuevo hasta la Iglesia, punto de inicio de la senda que sube hacia el castillo y allí contemplamos de nuevo el horizonte donde se están ocultando, poco a poco, la calidez de los colores y la luz que nos han iluminado hoy. Mi compañera tira de una aplicación del móvil para señalarme cuatro de los cinco planetas errantes y admiramos el espectáculo, aunque Mercurio ya se nos ha escapado.
Ponemos rumbo de vuelta a La Brizna donde nos espera una botella de vino a la luz de las estrellas, en el porche de la cabaña amarilla. Hoy no podemos pedir más. Gracias, Extremadura, por ser tan hermosa.
Para saber cómo llegar a Cabañas del Castillo, haz click en este enlace. Si quieres ver el recorrido entre Cañamero y Cabañas del Castillo en Google Maps por la Carretera Paisajística CC-21.1, haz click en este otro enlace.