Para mi, que soy amante de lo épico, Plasencia, además de épica, es la Capital del Norte. Me explicaré con justicia: siento que si la capital del sur es Mérida, la del norte irremediablemente ha de ser Plasencia. Y por eso he decidido bautizar esta catedral como “Las Catedrales del Norte”, porque son dos, la nueva y la vieja, juntas en un mismo edificio, como las de Salamanca. Madrid, por ejemplo tiene cinco, pero no están juntas y Zaragoza mantiene dos en activo y aunque La Seo está cerca del Pilar tampoco son el mismo edificio.

¿Y por qué tiene dos Catedrales Plasencia?. Eso mismo fue lo que yo me pregunté cuando las visité por primera vez. En principio quizá sea más correcto hablar de Edificio Catedralicio, compuesto por la Catedral Vieja y la Catedral Nueva, ambos solapados, entrelazados con complejas soluciones arquitectónicas. Ambos de estilos diferentes, uno románico y otro gótico. La antigua comenzó a construirse en el siglo XIII y el periplo se alargó hasta el siglo XV. La nueva se construyó entre los siglos XV y XVI.

 1 

Alfonso VIII de Castilla, “el de Las Navas” también conocido como “el Noble” fue el fundador de la ciudad en 1189. Pensando en lo turbulento de aquélla época, en plena contienda contra los invasores musulmanes, y teniendo en cuenta que Plasencia era límite de ambos territorios, de las dos Españas, la Andalusí y los reinos de Castilla, el de las Navas desplegó aquí todo su aparataje para frenar el avance islámico.

 2 

Después de fundar la ciudad, había que dotarla de sacralidad y para ello se instala la Sede Episcopal. De esta forma, en el siglo XIII se comienza a levantar la Catedral, un gran edificio pensado para gloria de Dios y condena de los infieles. El grueso del edificio se construye en el XIV y las obras alcanzan el final en el XV. El claustro aún conserva el estilo románico original. En sí misma, esta catedral es un magnífico ejemplo de la transición entre el estilo románico y el gótico.

 3 

En el ala este del claustro está la unión de este edificio con el nuevo que, en parte absorbe, abraza e incluso depreda al edificio antiguo utilizando parte del material de la edificación primitiva para la nueva obra a modo de cantera. Se pensó en construir la nueva y derribar después la vieja, cosa que nunca sucedió y gracias a lo cual hoy estoy admirando estas joyas de la historia, la arquitectura y el arte en una misma visita.

 4 

El edificio nuevo, Catedral de Santa María, consta de una nave central que sobrecoge cuando accedo a ella. Miro hacia arriba y la sensación de estar en un bosque pétreo me asalta. Las enormes columnas, como troncos de árboles, elevan hasta veintiséis metros desde el suelo los nervios de las bóvedas que se me asemejan a sus ramas. Por un momento, las bóvedas me evocan un cielo de piedra pero veo que los conceptos se mezclan en mi mente. Los nervios están pintados de azul y oro y al fijarme me parecen el cielo. Porque el oro en la iconografía cristiana evoca la luz celestial y la divinidad y el azul obviamente el cielo.

 5 

Se nota el dineral que se dejaron en forma de donativos los indianos que volvían de las Américas con los cofres llenos de oro. ¿Expiación o Fé?. En cualquier caso sirvió para contratar a los mejores arquitectos, canteros, carpinteros, pintores y escultores de la época. El resultado es el espacio en el que me encuentro. Un lugar en el que todo está pensado para que la visita sea como una inmersión, una experiencia mística y solemne a la vez. Pierdo mi mirada en el órgano y el coro, protegido por una enorme reja de hierro forjado de estilo plateresco. La sillería es fantástica, taraceada, de estilo gótico flamígero con dos alturas una para el coro alto y otra para el bajo. Me descubro a mí mismo con la boca abierta, corrijo la expresión, tengo que volver a la realidad.

 6 

Pero miro hacia el retablo barroco de la Capilla Mayor y me vuelvo loco. El imaginero Gregorio Fernández, de la escuela vallisoletana, trazó cada forma de este elemento dejando imágenes del evangelio. Entre la escultura y la pintura, este retablo constituyen todo un elemento de difusión y divulgación propio de una época en la que el concepto audiovisual se restringía a estas expresiones y la música sacra. Como tal lo veo y observo las escenas del sepulcro, de la Inmaculada, los apóstoles, el calvario, la Anunciación, la Adoración de los Pastores… y entiendo que quienes llegaban a este altar recibían, con la contemplación de la obra, una información precisa de forma gráfica.

 7 

El edificio original, la Catedral Vieja o Antigua, recibe el nombre de Catedral de la Anunciación. Hoy, ocho siglos después del inicio de las obras, está ocupado por el Museo Catedralicio. La Catedral Vieja se comenzó a construir por la parte oeste del complejo y se diseñó en base al modelo románico castellano. Por eso tiene tres naves.

 8 

Ya en la calle, la Portada Norte se corresponde con el edificio nuevo. Observo la fachada con una decoración profusa que parece trasladar parte de la riqueza del interior hacia la calle, como si las estatuas, las columnas, los capiteles… todo ese arte en piedra atravesara los muros. Sobre la puerta, una fecha, 1558, año de finalización de la portada. Curiosamente le faltan las estatuas que nunca llegaron a esculpirse, uno de los indicios de que a pesar de haberla intentado construir dos veces y de múltiples reformas y gran empeño, es una catedral inacabada. Y me acuerdo de la de Cuenca que también se comenzó a construir durante el reinado de Alfonso VIII y no se acabó. A este rey, yo le añadiría un tercer sobrenombre, "el Inacabador".

 9 

La puerta antigua, conocida como “El Enlosado”, es una joya. Me quedo de pie, contemplando la cúpula cónica rematada con una bola estriada que parece un melón y que le ha valido el sobrenombre de “Torre del Melón”. La torre es románica y tiene influencia bizantina delatada por el estilo propio de las llamadas “torres linternas”. Esta zona del edificio se funde con la muralla medieval sumándola al complejo arquitectónico.

 10 

Cuando pienso que me he fijado en todo, Una señora se acerca con aire misterioso y me pide que me fije en el rosetón gótico de la fachada. Me lo dice en voz baja, casi susurrando, como si fuese un secreto. Me explica que lo hicieron después de que el original se cayera tras el gran terremoto de Lisboa de 1755. El seísmo destruyó las vidrieras góticas y el rosetón y agrietó también el de la Iglesia de San Nicolás, próxima. Pero la mujer aún esconde una información. “Fíjate”, me dice, “el rosetón apunta hacia abajo”. Ostras, es verdad, y eso me rompe los esquemas: el rosetón que es una estrella de cinco puntas, tiene la central dirigida hacia el suelo. No puede ser. Le respondo que sé que eso simbolizaba el mal en la edad media. Ella se ríe y me dice: “cosas de canteros, que no estuvieron muy finos”. En efecto, según parece, los canteros que lo reconstruyeron en el siglo XIX cometieron un error por el que, en otra época, habrían ardido en la hoguera sin más. 

 11 

Y cuando ya no sé si estoy en la realidad o viviendo dentro de un capítulo de "Dragones y mazmorras" abandono el lugar, con cierto sobrecogimiento, los ojos llenos de dorados y el olfato impregnado en incienso y maderas nobles. Caminaré hasta San Nicolás para ver la grieta que la señora "x" me ha contado y subiré después por la Rúa Zapatería hasta la Plaza Mayor. No es el camino más corto pero sí el que más me apetece hacer, no solo por ver la grieta, sino por aquello de tentar la suerte, porque la Rúa Zapatería tiene mucha energía y para ver si así me cruzo con alguna de las personas que conozco y aprecio en Plasencia. Y es que esta semana he aprendido que la buena o la mala suerte no existen, la suerte en general, es la consecuencia de tus actos y tu actitud.