Texto y fotografías de: Diego J. Casillas Torres
07 April 2025 | Fuente: www.miextremadura.com
Me tomo muy en serio mi trabajo. No es broma. Intento crear mi ambiente propicio para trasladarme a la esencia de cada tema. Hoy tenía que editar ciertas fotografías además de redactar estas líneas y Pahpartú acaba de venir al escuchar los primeros acordes de cantos gregorianos porque le ha picado la curiosidad. También le ha llamado la atención ver una vela encendida en el pequeño incensario que tengo en el estudio, aunque no tanto porque conoce mi afición a los aromas y mi querencia a transportarme evocando ambientes.
No es broma, es real. Tampoco trato de parecer cómico pero creo que muchos entenderéis ese afán por entrar dentro del tema a tratar. Hoy toca Chanvavila, un lugar del que no había oído hablar hasta hace unos meses y que, cuando me acerqué a conocerlo, me sorprendió al tiempo que me sobrecogió. ¿Sugestión?. Es posible o no, cada cual que opine a su gusto pero creo que estos lugares cargados de espiritualidad siempre transmiten cosas a menos que seas una roca o un trozo de corcho insensible.
Tuve la suerte de recorrer el lugar en completa soledad, lo que creo que acrecentó la sensación de misterio espiritual. Pero comencemos por el principio, como me gusta hacer. El Santuario de Nuestra Señora de los Dolores de Chandavila se encuentra en La Codosera, una de las poblaciones pacenses menos conocidas y más merecedoras de una excursión para bañarte en su piscina natural, comer en la cercana Portugal o conocer este santuario.
¿Por qué?. Pues corría Mayo de 1945 cuando dos niñas, Marcelina y Afra experimentaron sendas vivencias en las que referían la aparición de la Virgen de los Dolores, con un manto negro cuajado de estrellas sobre un castaño. Este castaño se situaba en la falda de la Sierra de Chandavila, a unos dos kms de La Codosera y a tan solo 500 m de la frontera con Portugal. Ambas dedicaron su vida al cuidado de enfermos, ancianos y huérfanos, en definitiva, a realizar obras de caridad en las que transmitían esperanza a aquéllas personas sumidas en el dolor.
Hoy en día, en el lugar donde estaba el castaño, se encuentra una pequeña ermita que se comenzó a construir en 1947, dos años después de las apariciones y también una iglesia más grande, próxima a la ermita, que fue dotada con una imagen del escultor aragonés Jenaro Lázaro Gumiel.
Recientemente, el pasado año en concreto, la Santa Sede reconoció la riqueza espiritual del Santuario de Nuestra Señora de los Dolores de Chandavilla elevándose a la categoría de Santuario Diocesano siendo, en este momento, un importante centro de peregrinación para católicos españoles y portugueses.
Recuperar estas fotografías y las casi dos horas que pasé en el lugar me han hecho volver a la experiencia espiritual del lugar. No voy a manifestar mi sentir religioso porque no procede pero sí diré que mis mejores amistades oscilan entre lo nada y muy religiosos. A todos respeto y también, porqué no, con todos bromeo, porque la vida sin risas no es vida, por supuesto, con la debida consideración. Sí diré que me considero una persona muy espiritual. Quizá de ahí lo del incienso, las velas y los cantos gregorianos que me encantan y a mis gatos les inspiran paz y relajación.
Partiendo de esa premisa voy a plantear algunas sensaciones que me llegaron en aquél lugar y de los mensajes que pude leer.
La frase más notoria está escrita sobre la fachada de la iglesia con grandes letras negras: “PERDÓN-PAZ”. Y recorro el jardín buscando los mejores ángulos para fotografiarlo al tiempo que pienso en lo necesario que es perdonar y ser perdonados, más aún en un ambiente de crispación y conflictividad social como el que vivimos con un incremento gradual. Perdonar a quienes nos ofenden. Uff. De entrada todos nos damos el pisto de ser buenas personas y de que los problemas los provocan siempre los demás. Aquí hay que parar a pensar un poco.
Otro cartel incide en el perdón: “El perdón es la condición fundamental de la reconciliación” y otro más dice: “Reconciliate con tu hermano y después presenta tu ofrenda”. Y pienso en la cantidad de discusiones absurdas, como casi todas, que se producen a lo largo de nuestra vida por un “quítame allá esas pajas”. Honestamente, no conozco a nadie a quien los sentimientos de bondad le hayan causado algún perjuicio.
Paseo por las amplias zonas exteriores en las que fuentes y jardines me hacen pensar en lo idílico del lugar. Y me siento y reflexiono sobre todo esto pero sobre todo en esas dos palabras PERDÓN y PAZ. Y también en el contexto histórico en el que se producen: final de la II Guerra Mundial, con una Guerra Civil también recién terminada en nuestro país. No dejo de pensar en el conflicto Israel-Gaza o en el de Rusia-Ucrania. Siempre construimos ejes con dos extremos profundamente marcados sin damos cuenta de que esos ejes son la gasolina que incendia nuestras discusiones, la eterna dualidad: estás con Putin o con Zelenski, eres del Barsa o del Madrid, te gusta la tortilla con o sin cebolla, eres del este partido político o del contrario… Tenemos una extraordinaria e inhumana capacidad para llevar todo a los extremos y montar, en torno a un argumento que comienza siendo absurdo, una guerra que termina costando miles de vidas o, en menor medida, enemistades sentenciadas de por vida.
Puede que a muchos la palabra PERDÓN les resulte fuerte, incluso soberbia. ¿Quién es nadie para perdonar a nadie?. Después de pensar sobre todo esto y pasear por Chandavila veo, cada vez más, la necesidad de darle sentido a la palabra PAZ. Lo necesitamos y cada vez parece que nos alejamos más de ella.
Sea como fuere Chandavila es un fenómeno espiritual que atrae miles de personas al año y más en este 2025 que celebra Año Jubilar. Te comparto la ubicación por si te llama la curiosidad o tus convicciones religiosas te invitan a ir a conocerlo.