Texto y fotografías de: Diego J. Casillas Torres
31 August 2020
“Un viejo cuento tikuna dice que al principio todos vivían debajo del gran árbol y este les surtía de todo tipo de frutos y alimentos. El árbol creció y creció y llegó un momento en que no alcanzaban para su recolección. Hicieron una gran asamblea y decidieron cortarlo. El tronco al caer formó el gran río, sus ramas los miles de afluentes, de las semillas esparcidas nació la selva y de las astillas de la tala, los peces. Y así nacieron siete millones de kilómetros cuadrados de selva y un caudal de agua dulce que lleva el veinte por ciento de la que hay en el planeta. Ellos lo llaman la Pachamama, nosotros Amazonía.”
Esto nos lo cuenta Jose María Diez, viajero incansable y uno de los comunicadores que más han contribuido en las últimas décadas a la difusión turística de Extremadura con sus trabajos y reportajes, y también del Amazonas, lugar que le cautivó y del que guarda en su corazón una de las semillas del gran árbol. Y nos lo cuenta en la introducción de un fantástico videoclip con sello extremeño MANGUARÉ. A tí, compañero, te dedicamos con todo cariño este reportaje.
Durante una travesía por el Tajo Internacional, este verano, que ya contamos en otro reportaje (para verlo haz click aquí) pudimos descubrir rincones que nos trasladaron irremediablemente a aquél gran río, como si fuesen flashes que llegaban a nuestra retina importados directamente de la primera visión que tuvo Francisco de Orellana.
El Tajo, en su localización fronteriza con Portugal, dibuja paisajes de un verde y azul soberbios, con montes y lomas que ofrecen una vegetación espesa y que se nos antojan salvajes, indómitos, algo así como terra incógnita. No es difícil sucumbir con algo de imaginación a la visión de indios tikuna o, más propio de estas latitudes y algunas décadas atrás, de contrabandistas que intentaban arañar al orden franquista unos duros para sacar sus familias adelante.
En detalle, contemplamos que la vegetación espesa la componen alcornoques y encinas, coscojas, olivillas, labiérnagos, madroños, bezos, jara, acebuche, aludieron, espino negro, ventisco, cornicabra, romero y canuteso.
Por nuestras cabezas revolotean durante el crucero aves como el águila imperial ibérica, el águila perdicera, la aguililla calzada, el águila culebrera europea, el buitre negro, el buitre leonado, el buitre egipcio, el búho real, la ganga ibérica, el cuellirrojo, la terrera común, la cogujada montesina, el roquero solitario, la collalba negra, la collalba rubia, la curruca rabilarga, la curruca tomillera, la curruca carrasqueña, la curruca mirlona, el rabilargo, el gorrión chillón y el gorrión moruno y también otras como la perdiz roja, la golondrina dáurica, el avión roquero, la abubilla, el abejaruco, el escribano de garganta negra y el escribano montesino y así hasta 140 especies en total.
El espectáculo está ahí, a pocos kilómetros. Realizar este símil entre el Tajo y el Amazonas es justo, como también lo es reconocer y poner en valor nuestro patrimonio natural. Ahora que lo has visto en fotografías, solo te queda disfrutarlo en primera persona y puedes hacerlo con el Barco del Tajo que te ofrece cruceros con varias frecuencias en los que vivirás esta experiencia. ¡Disfrútalo! ¡Disfruta Extremadura!.