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03 October 2019
Conducimos de regreso a Mérida tras pasar el día por tierras de Montanchez y Tamuja. Es media tarde y está nublado, con lo que el calor es bastante soportable a pesar de estar a finales de Septiembre. Ello nos anima a hacer una parada en una población que desconocíamos, Salvatierra de Santiago.
Tras dejar el coche en la entrada y curiosear en una tumba antropomorfa excavada en la roca, visigoda sin duda (hay dos más en el pueblo), tomamos una cuesta que nos lleva a la Iglesia tras pasar por debajo de un arco. Las paredes de piedra de la calle nos hacen pensar que el tiempo se ha detenido. Admiramos la Iglesia Parroquial de Santiago que, aunque algo descuidada, nos hace pensar en la apariencia original, en torno al siglo XV y las que después ha tenido ya que los revocos de la fachada delatan algunos cambios.
Paseamos después por el pueblo, nos encaminamos a las afueras y topamos con una construcción de estilo neogótico de principios del siglo XX, la Capilla y Panteón de Santa Catalina, una verdadera joya de un estilo escaso en Extremadura que por el nombre nos hace dudar sobre si allí está o no enterrada la santa ya que la hacíamos a los pies del Monte Sinaí, para descubrir después que la promotora de la construcción se llamaba Catalina y por ello advocó el edificio a la santa de su nombre.
Las ventanas dan para hacer una colección interminable. Son bonitas, con rejas muy antiguas. Algunas fachadas conservan el sabor de las construcciones de los siglos XVII-XVIII. Pasear por este pequeño pueblo de la provincia de Cáceres, perdido en tierras de la Comarca de Montanchez y Tamuja, nos traslada a otros tiempos en los que todo discurría más lentamente y la gente compartía su vida a las puertas de sus casas. Tiempos en los que un pequeño pueblo era como una familia grande.