Texto y fotografías de: Diego J. Casillas Torres
23 September 2020 | Fuente: www.miextremadura.com
En Robledillo de Gata se detiene el tiempo cuando dejas el coche. Nosotros siempre que hemos ido a recorrer el pueblo hemos preferido aparcar junto a la Ermita del Humilladero, a la entrada de la villa porque, sinceramente, nos parece un ultraje atravesarla con un automóvil.
Y es que esta curiosa y especial aldea de la Sierra de Gata tiene un sello único, una personalidad propia que hace creer, a toda persona que se adentra en ella, que el tiempo se ha detenido. Fue declarada Bien de Interés Cultural en 1994 con categoría de Conjunto Histórico.
Sus casas de adobe y madera, humildes pero recias como todo lo serrano, imprimen un carácter rústico norteño, con olor a roble, pino, jara y tomillo en primavera y verano, y un delicioso aroma a leña en otoño e invierno. La inspiración medieval también flota en el ambiente, e incluso la sensación de estar en un pueblo de cuento también nos asalta a medida que nos adentramos en su núcleo urbano.
Visto de lejos, o con cierta distancia, Robledillo de Gata da la sensación de parecer un puzzle de casas, unas sobre otras, con cubiertas inclinadas por la posibilidad de nieve en invierno. Las viviendas se distribuyen en empinadas cuestas que aprovechan la orografía de la pendiente de la sierra en la que se encaja, siempre cuesta abajo o cuesta arriba, según vaya uno hacia la Ermita del Cordero o hacia la del Humilladero, ambas del siglo XVI.
Madera, piedra, adobe, balcones corridas, balaustradas, vigas de madera, secaderos, terrados, puertas adinteladas, doblados y desvanes, macetas que añaden la nota de color natural y esos accesos que se abren hacia el Río Arrago que corre modesto piedras y cascadas hacia la parte baja de la sierra. Todo el conjunto en sí es más que encantador. Sentarse junto a la Ermita del Cordero, para contemplar el pueblo, para ver el tiempo pasar lentamente, saludar a los roblillejos o roblillejas que uno se va encontrando y cruzar cuatro palabras sobre lo bonito que es el pueblo y la sierra de la que tan orgullosos se sienten est@s serragatin@s.
Paseando nos encontramos con la Bodega de Oleosetín, donde aprovechamos para fotografiar la esencia gastronómica de la Sierra de Gata: el aceite, los tomates y frutas de huerta, el vino, la chacina … Echamos un ratito con Luis Miguel y Lumi, y hablamos de este extraño verano que hemos vivido y cómo le ha afectado al turismo según zonas. Después gateamos de nuevo hacia la Bodega del Marqués para ver la cascada del Río Arrago y la contemplamos mientras tomamos uno de esos vinos serragatinos tan tradicionales.
Toca recoger y volver a casa. El día se acaba y Robledillo de Gata no era una parada prevista pero sí un desvío necesario para recuperar el ser que perdemos cada día con nuestra cotidianidad. Ya lo cantaba Franco Battiato, y es verdad: De mañana en la calle el tráfico loco me agota / me enervan los semáforos y los stops / por la tarde vuelvo a casa con un malestar especial / no sirven tranquilizantes o terapias. Se quiere otra vida.
No tenemos reloj pero sí aprieta el hambre así que pensamos que es hora de llegar hasta la bodega de Ángel que nos espera en Descargamaría para comer.
Cómo llegar: Pinchar en este enlace para ve Robledillo de Gata en Google Maps