Texto y fotografías de: Diego J. Casillas Torres
17 November 2020 | Fuente: www.miextremadura.com
Cuando las hojas de los árboles caen en la comarca de La Vera, otro paisaje se abre ante nuestra visión. Un paisaje que, en algunos lugares nos deja árboles desnudos, con ramas desprovistas de su habitual recubrimiento y un bonito manto a sus pies.
Es el reciclaje de la vida que tras alimentar y proveer de CO2 a los árboles y de oxígeno a nosotros caen y pasan a ser absorbidas por el suelo para reincorporarse al ciclo biológico.
Y es que no es solo la materia la que no desaparece, lo es todo. Todo se transforma y nada desaparece y así, año tras año, podremos contemplar árboles más frondosos y bosques más hermosos.
Una tarde de final de otoño llegué por primera vez a la piscina natural de El Lago, próxima a Jaraiz de la Vera, que toma el agua de la Garganta de Pedro Chate. No había nadie. Los árboles con sus brazos apuntando hacia el cielo parecían querer abrazarte pero no era una mala sensación.
La piscina natural conservaba gran parte de su lámina y el agua llegaba a ella corriendo desde la montaña entre árboles y rocas a los pies de unas casas para cruzar el puente y descansar en la pequeña presa.
El humo de una chimenea anunciaba que aún había quien, pese al frío, se resistía a marcharse de allí. Era el único rastro de presencia humana. Recuerdo que recorrimos la piscina, saltamos entre las piedras e hicimos fotos porque el paisaje, aunque otoñal, era verdaderamente precioso.
Quizás es lo que nos corresponde hacer en estos días. Aprovechar la proximidad de lugares que no conocemos o estamos acostumbrados a verlos desde otra perspectiva en otras épocas del año para descubrirlos y redescubrirlos. En definitiva, para disfrutarlos.
Extremadura siempre sorprende.
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