Texto y fotografías de: Diego J. Casillas Torres
10 June 2021 | Fuente: www.miextremadura.com
No había parado durante el mes de Abril para descansar ni un solo día. Viajar, fotografiar, grabar videos, volver a casa, descargar las tarjetas de las cámaras, editar fotografías, montar videos, preparar publicaciones y trabajos que estaban comprometidos, volver a viajar, a fotografiar, grabar vídeos…
Algo tan bonito se había convertido en los últimos días en una rutina peligrosa. Porque algo en principio tan bonito, cuando se repite hasta la saciedad, bajo el peso del agobio de los plazos de entrega, de tener la terrible sensación de no llegar arañándole horas al sueño y hasta a la vida para dárselas al trabajo, al final puede hacer que termines detestándolo.
Por eso y porque mis recién estrenadas sesiones de mindfulness empezaban a despertar en mí el deseo y la necesidad de parar, un fin de semana, ya entrado el mes de Mayo, cogí mi mochila, algo de ropa cómoda y huí de todo. Decidí encaminar mis pasos hacia el Jerte y no sé porqué terminé en Tornavacas. Bueno sí, aún estábamos confinados en Extremadura y aunque podía usar mi salvoconducto laboral para viajar a otras provincias o incluso a Portugal, no me parecía honesto hacerlo camuflando mis motivos personales entre los documentos acreditativos. Así que uno de los lugares más lejanos, el “finis terrae” del momento podía ser un lugar en el límite con otra provincia, y Tornavacas, en el extremo más noreste de Extremadura, cumplía los requisitos.
Lo mejor era que no había plan. Estaba llegando a la conclusión, en los últimos días, de que el mejor plan era no tener plan. Necesitaba resetearme para poder lograr esa atención plena que mi instructor en mindfulness se empeñaba en que debía lograr. Bueno, eso y escuchar a Izal que cantaban en el coche “Y si todo te lo dieron escrito, desordénalo mejor… y si el que planea cada momento eres tú… desordénate tú mismo… ya me lo estoy empezando a creeeeeeer…”. Y vaya si me lo creí.
Tornavacas es un lugar delicioso. Huele a leña, a montaña, a verde y tiene aroma como de florecillas silvestres. Pasear por sus calles es pasear por la historia de una villa que hizo frente a la ocupación árabe medieval con todo el coraje posible.
Entre los tejados de las casas veo picos, impresionantes. No en vano estamos en pleno Macizo de Gredos, también la Sierra de Béjar se deja ver. Dice la Wikipedia que estoy a 871 metros sobre el nivel del mar. Da igual, estoy en el cielo.
Paseo, cámara en ristre, por sus calles. Fotografío algunas puertas cuyos dinteles me llaman la atención por sus inscripciones. Dicen que la villa perteneció a la familia Álvarez de Toledo y me acuerdo del Marqués de Valdueza que tan buen vino produce en nuestra tierra bajo los mismos apellidos y abolengo.
Cae la noche y vuelvo a los aposentos donde toca descansar esta noche, la Antigua Posada, recomendable mil por cien. Cuentan que en este lugar el desayuno es reparador. Justo lo que necesito. Fuerzas para continuar mañana hacia el límite de provincia con Ávila para ver y fotografiar esa preciosa imagen de tooooodo el Valle del Jerte de la que cuentan que se ve incluso hasta Plasencia.
¿Y tú? ¿Necesitas reconectar, parar, descansar, huir…?. Coge tu mochila y sígueme. Tornavacas nos espera.
Como llegar: Click aquí para ver ubicación en Google Maps.