Texto y fotografías de: Diego J. Casillas Torres
31 January 2023 | Fuente: www.miextremadura.com
Cada vez que subo a la cubierta de un barco en un día soleado como este, recuerdo aquello que cantaban Tam Tam Go en 1999 invitándonos a “navegar las rutas preferidas”, “derramar el ron y desearnos buena suerte”. Bonitos propósitos que si los cumples acompañado de amigos y personas a las que quieres y puedes abrazar, mucho mejor.
En los primeros fríos días de Enero, no tanto como los del final, Rafa Pintado me llamó para invitarme a navegar por una de mis rutas preferidas: Los Canchos de Ramiro en el Río Tajo. El recorrido, que ya conté en otra ocasión a riesgo de que me llaméis pesado y repetitivo, es tremendamente adictivo, como también lo son los cruceros por El Barco del Tajo. He navegado unas seis veces con ellos, tres de las cuales han sido por Los Canchos de Ramiro. De hecho, estoy pensando volver este fin de semana a hacer otro crucero… tal vez Monfragüe.
La voracidad impúdica de las compañías eléctricas había dejado esquilmado el Tajo durante el último año y lugares como el Embalse de Alcántara se encontraban en una situación verdaderamente lastimosa con el consiguiente perjuicio para la flora y fauna. Afortunadamente, Diciembre de 2022 trajo lluvia, quizá para congraciarse después de tantas calamidades, o tal vez porque ya tocaba. El agua caída ha sido verdadero maná. En Enero casi eclosiona de nuevo la vida sin esperar a la Primavera. El verde había reventado hasta límites casi olvidados, excediendo incluso las tonalidades del pantone más completo. Los animales campaban desafiando al invierno y el cielo lucía un azul precioso, exactamente el azul de los inviernos bonitos.
Un barco, amigos inesperados, risas, conversaciones en la proa o popa, observar buitres, garzas, algún alimoche perdido y biensabedios qué cantidad más de especies que un ignorante urbanita no alcanzaría a enumerar jamás. Algún ciervo que se permite observar esa extraña comitiva de colores que surca un inmenso espejo avanzando por él. En definitiva, la suerte de ejercer con plena consciencia el hecho biológico de estar vivo.
Sí, son sensaciones. A mí me llegan así. Cuando pienso en turismo experiencial, en turismo de sensaciones, irremediablemente acudo a vivencias como esta. Se me antoja también extender el concepto de turismo espiritual más allá de lo religioso para acercarlo a lo que nos hace reconectar con nosotros, con la naturaleza, con la felicidad. Eso ensancha el alma y, por tanto, lo reclamo también como espiritual.
Si has llegado hasta aquí, te voy a hacer una recomendación de forma encarecida: Ve a uno de los cruceros del Barco del Tajo (contacto al final del reportaje). Disfrútalo y como dice alguien a quien quiero mucho: “observa y siente”. Si no puedes ir a la India, quizá hacer cosas como esta, más asequible, sea el mejor camino para volver a encontrarte, volver a sentir tu paz y tu equilibrio. Ya, si eso, otro día hablaremos de lo de ir a La Brizna, que también son palabras mayores.
Si quieres información sobre los cruceros del Barco del Tajo, sigue este enlace.
Yo me largo con la música a otra parte
y os dejo vuestros trágicos presagios.
Ser torpe no me obliga a ser cobarde
te buscaré entre los restos del naufragio,
para hablarte de un amor inmenso
que no por ello no pueda ser amable.
Hoy me ves derrotado e indefenso
Pero en mar abierta, soy inalcanzable.
Así que ven a jugar al sol sobre mi cubierta
y navegar las rutas preferidas,
atracaremos en aquella isla desierta,
para poder curar nuestras heridas.
Tam Tam Go -Tu Refugio 1999