Texto y fotografías de: Diego J. Casillas Torres
21 November 2023 | Fuente: www.miextremadura.com
Es Miércoles 15 de Noviembre y aunque el día ha amanecido con niebla, como desde hace ya una semana, a esta hora (es media mañana) comienza a levantar. Hoy me empleo en algunas tareas domésticas en el patio porque esta especie de segunda primavera tiene locas a plantas, insectos y hasta a mis gatos y ello me proporciona alguna preocupación de tipo "jardineril". Mientras podo los rosales, que han crecido desmesuradamente este verano, me sorprende un sonido conocido y familiar, que me causa una sonrisa boba mientras me afano amputando plantas. "Gru, gru, grrruu...". "¡Ostras, las grullas, ya están aquí!". Escudriño el cielo pero no alcanzo a verlas, sin embargo continúo escuchándolas durante un rato.
Hoy, mientras escribo esto y trato de documentarme sobre la retrasada llegada de las grullas este año, leo con sorpresa en un medio nacional que el Miércoles llegó desde Lituania una pareja de grullas a La Roca de la Sierra, población que está próxima a la mía y me hace ilusión pensar que esas son las grullas que escuché el mismo día mientras laboraba en mi patio.
Este año hay un retraso en la llegada de estas aves motivado quizá por la climatología tan especial que hemos tenido en 2023 y la que nos espera según las previsiones. Particularmente, me sigue provocando un poderoso influjo su trompeteo y creo que es un ave que causa sorpresa entre quienes la ven por primera vez. En las zonas próximas a los humedales de Extremadura, entre los meses de Octubre y Febrero, es fácil escuchar el gruír de las patrullas aéreas que se desplazan en su característica formación de vuelo en “V” desde sus zonas favoritas de comedero a las de dormidero o viceversa, según la hora del día.
Se estima que unos 75.000 ejemplares de grulla común (en torno al 50 por ciento de las migrantes) nos visitan cada año procedentes del lago Homborsgasjön (Suecia), la isla Öland (Báltico) o Rügen (Alemania). Es fácil encontrarlas en toda la zona de las Vegas Altas del Guadiana, más facilmente en las proximidades de Navalvillar de Pela. En Extremadura ocupan una superficie de 1.835.000 hectáreas lo que las hace presentes en el 44% del territorio extremeño. Toda la comarca de la Serena Extremeña constituye una inmejorable ubicación para su observación.
Para mí, uno de los lugares más seguros para verlas es el recorrido de la carretera N432. Prácticamente puedes vernas en todos los puntos kilométricos.
En la primera parada que realicé la última vez que lo recorrí buscándolas, encontré grupo numeroso en las proximidades de Santa Amalia. Pude detener mi coche a la entrada a unos arrozales con la intención de observarlas y fotografiar algunos ejemplares. Eso sí, cuenta con que te vas a encontrar unas aves muy esquivas que, al más mínimo síntoma de presencia humana próxima, levantan el vuelo buscando otro lugar en el que se consideren más seguras.
Continuando durante toda la carretera N432 hasta el municipio de Casas de Don Pedro, fueron muchos los grupos de grullas que, bien sobrevolaban la carretera o se encontraban pié en tierra alimentándose.
Entre Talarrubias y Puerto Peña, en la carretera BA-138 encontré algunos grupos aprovechando las bellotas para alimentarse, uno de sus recursos base.
Retomé la N432 a la altura de Puerto Peña, el Monfragüe pacense, para dirigirme de nuevo hasta Navalvillar de Pela y ahí tomar la carretera EX-116 en dirección al Parque Periurbano de Conservación y Ocio Dehesa Moheda Alta.
He de reconocer que este recorrido es la joya de todo el trayecto si lo que deseas es avistar grullas. Las encontrarás a escasos metros de la carretera, a un lado y otro, sobrevolando en grupos muy numerosos. El espectáculo está aquí asegurado y la tentación de realizar paradas en mitad de la carretera es tan permanente como poco recomendable por motivos de seguridad vial así que, lo más recomendable mientras llegas a La Moheda Alta, es apartarte en cualquiera de las entradas a las fincas que hay y, sin hacer mucho ruido ni aspavientos, aprovechar para tirar de prismáticos o cámara de fotos y contemplar las aves.
Encontré algún ejemplar de cierta edad que se diferencian de los más jóvenes por lo que parece una mancha roja sobre la cabeza que, en realidad, es falta de plumaje que deja ver la piel. Vamos, una calva en toda regla.
Ver cómo levantan el vuelo, asustadas por la presencia de curiosos, con su amplia envergadura alar que oscila entre el metro ochenta y los dos metros cuarenta centímetros, escuchando su característico sonido gruir, audible desde 5 kilómetros de distancia, es indescriptible. Ni siquiera una fotografía puede atrapar la sensación.
Curiosidades de estas extraordinarias criaturas son, por ejemplo, que los individuos más jóvenes tienen las plumas color parduzco y no presentan manchas negras ni blancas en la cabeza ni en la cola. Hacen dos cambios de plumaje durante el año, antes de viajar al Sur de Europa o Norte de África, lo que las incapacita para volar durante un mes y medio aproximadamente hasta que vuelven a crecerles. Son gregarias, prefieren vivir en grupo y en nuestra tierra se alimentan principalmente de bellotas, aceitunas y algunas semillas que encuentran en el suelo. También consumen insectos, pequeños anfibios y peces… Viven unos 40 años y son monógamas de por vida aunque los miembros que sobreviven a sus parejas suelen buscar otra nueva. La grulla común es la segunda especie de grulla más grande de las que existen.
Después de parar en una de las torretas de observación de la Finca La Moheda Alta y fotografiarlas en su retirada hacia los dormideros con la luna casi llena de fondo, doy por bien empleado el recorrido recomendándolo encarecidamente si queréis disfrutar de un espectáculo único que la naturaleza, una vez más, nos brinda en Extremadura.