Texto y fotografías de: Diego J. Casillas Torres
24 September 2024 | Fuente: www.miextremadura.com
Adiós, verano… ¡Hola invierno!
Sí, somos así de originales los seres humanos. La frase más recurrente, la idea más expresada estos días y que está en el top-ten de las frases de ascensor y colas de supermercado es esa: “El verano se me ha pasado volando”.
Yo también lo he pensado ¿eh?, que conste. Pero luego he caído en la cuenta de lo eternas que se me hacían las noches desde que a principios de julio nos empezamos a enfrentar a eso que ahora se llaman “Noches tropicales” que, cuando éramos pequeños, en casa dormíamos con la cabeza a los pies de la cama porque mi madre aseguraba que así era más fresquito, en un intento por sugestionar a una tropa de hijos acalorados que también jugaban con 42 grados a la hora de la siesta en una calle sin asfaltar y el aparato más codiciado de la casa era un ventilador, tropical también. Aquello era lo único tropical entonces. Y conste que no soy tan mayor.
Desde que el placer se coló por las ventanas de los dormitorios hace unos días, intuí que el verano estaba despachado, finiquitado, extinto. Bueno… Aún falta el veranillo del membrillo o de San Miguel, como quiera cada cual llamarlo, la calurosa feria de Zafra. Por eso no he guardado aún la ropa de verano, ni los bañadores que espero todavía usar en un arranque de valentía en… la Cantera de Alcántara, por ejemplo.
¿Por qué el otoño tiene tan mala prensa si al fin y al cabo es como una primavera inversa?. Particularmente es una de las estaciones del año que más me gustan. Y de eso quiero hablaros hoy. ¿Sabéis qué significa otoño en Extremadura?.
Poco a poco las hojas de los viñedos recién cosechados de nuestra Ribera del Guadiana empiezan a… ¿otoñarse?, ¡sí!. También los castaños, robles, nogales, fresnos, cerezos, olmos y arces empiezan a pintar los bosques del Ambroz, el Jerte, La Vera, Las Hurdes o Sierra de Gata de colores iniciando un recorrido por el pantone que va desde el verde al morado pasando por ocres, amarillos, rojos y púrpuras, con todos los tonos y subtonos incluidos.
Con la bajada nocturna de temperaturas aparece también la humedad que acompañando al frío provoca nuevos olores en las noches y primeras horas de la mañana. El olor del jazmín y el galán de noche de los patios de los pueblos va cediendo terreno al olor intenso de la tierra y madera mojada o del heno seco. En pocos días el humo de las chimeneas empezará a acariciar suavemente el cielo de nuestros pueblos y el olor a leña quemada empezará a ser algo cotidiano, absolutamente impensable durante el mes de agosto. También olerá en muchos pueblos al fermento del mosto que pronto será vino pitarrero.
Últimamente escucho mucho, y en todo lugar, esa expresión de… “se vienen cosas bonitas” o algo similar. Pues bien, con la llegada del otoño en Extremadura "se vienen cosas ricas". En cuanto el frío apriete una “miaja”, el pan empezará a ser picado para acabar en un perol de hierro con pimientos, ajos, torreznos y demás “sacramentos” y así tendremos las primeras migas.
Dejar atrás “la caló” impone un cambio de recetario. Quienes no prueban las legumbres durante el verano ahora empezarán a saborearlas junto con los cocidos que tímidamente empiezan a aparecer por el rincón de las alacenas, o las sopas de tomate tan nuestras. Y el vino, ¡ay, el vino de nuestra tierra!.
Sí, el otoño también tiene sus propios sonidos en Extremadura. La ladra del corzo se combina con la berrea del ciervo y con otros sonidos propios de nuestros bosques, de pajarillos que aún no se han marchado y los que se quedarán vigilantes durante un par de estaciones más. Si paseas por el castañar de Montánchez podrás escuchar el crujir de las hojas que han caído al suelo, almohadillado por la acumulación de años. También pronto escucharemos el crepitar del fuego en las chimeneas y estufas y continuaremos dejando a nuestro corazón bailar al son del agua mientras discurre por los cauces de ríos, arroyos y gargantas.
Como fotógrafo te diré, cosa que seguramente sepas, y es que el otoño tiene su propia luz, una luz muy especial. La tiene durante el día, menos intensa y más suave, pero también al ocaso y al amanecer, a la hora azul y naranja (algo más breves que en verano). Una puesta de sol desde la fortaleza de Reina o el Castillo de Montánchez, un día de estos de otoño, te hará sentir cosas, estoy seguro, a menos que seas de piedra. Y si lo eres, no pasa nada, porque hasta las propias piedras de los Barruecos, al caer el sol, se conmueven y adquieren un color diferente, más amable incluso. Y el cielo nocturno… hace un par de años me encontré con un Orión desafiante, con su brazo y espada levantados sobre el pilar centenario que acompaña al Santuario de Nuestra Señora de los Remedios, en Fregenal de la Sierra. No lo olvidaré. Muchos fotógrafos nocturnos pierden el interés en fotografiar el cielo cuando el centro galáctico de la Vía Láctea deja de ser visible. Sin embargo para mí, el verdadero espectáculo del firmamento otoñal está en Orión. Esa es mi "Vía Láctea" de otoño.
Es sencillo: se come, algunos rezan pero yo prefiero viajar, y también se ama. Y todo en la medida en la que cada uno sea capaz. Esa es la dosis exacta de los momentos felices.
Y la lista de cosas para ayudar a este propósito es interminable. Si amas el teatro, ve a Puebla de la Calzada porque empieza su festival Nacional de Teatro. Que prefieres monte, viaja para disfrutar del Otoño Mágico en el Valle del Ambroz. Que te apetece gastronomía… a lo largo y ancho, y en diagonal, en el mapa de Extremadura encontrarás los sabores del otoño si pides siempre producto de calidad y cercanía y también, algo de lo que la huerta dé. Escucha la berrea del ciervo en la Siberia o ve a fotografiar el firmamento una de estas noches. Abre los pulmones cuando salgas por la mañana temprano de la casa rural en la que has dormido, por ejemplo en Robledillo de Gata, y recuerda aquello de ¡ama y ensancha el alma!. Porque si amas, Extremadura es el lugar perfecto para dejar fluir todas tus emociones.