Texto y fotografías de: Diego J. Casillas Torres
07 January 2025 | Fuente: www.miextremadura.com
Si te hablo de apreturas lo primero que se vendrá a tu mente será cómo te quedan los pantalones después de las fiestas navideñas o, quizá, de lo que nos espera a los más comunes de los mortales durante enero y febrero. Pero no, estas apreturas no son esas, son otras mucho más bonitas y lo vas a descubrir en las próximas líneas.
Yo, que soy de planificar mis viajes cuando hay alguna obligación profesional pero todo lo contrario si lo que me mueve es disfrutar, confié a la aventura mi primera escapada del año. Me escapé a mi segunda casa, La Brizna (Cañamero), donde cuento con el jardín más bonito y grande, 2.544 km2 que conforman el Geoparque Mundial de la UNESCO Villuercas-Ibores-Jara.
La Brizna ha sido el lugar donde dar la bienvenida al nuevo año en el que tantas ilusiones depositamos siempre. La Brizna es también el lugar donde yo deposito siempre mis deseos. Una botella de brut nature de Bodegas Cañalva nos esperaba al abrir la cabaña naranja y estuvo con nosotros todo el día hasta que por la noche, bajo las estrellas y con bastante frío, la compartimos con Nieves.
El primer día lo dedicamos a subir hasta el castillo de Cabañas, hacer una pequeña ruta hasta la Cabeza del Moro y las cuevas con pinturas rupestres en Berzocana y ver la iluminación navideña de Guadalupe, que es verdaderamente sublime.
El segundo lo empleamos en caminar junto al Río Ruecas hasta la Cueva de la Chiquita, cruzar por el Charco de la Nutria y subir hasta el Embalse de Cancho del Fresno.
Pensando en comer, decidimos buscar un restaurante de los que llamamos “de cinco tenedores” y me dejé aconsejar. Según las indicaciones, tomé la carretera CC-21.3 hasta la rotonda en la que una de las salidas lleva hasta Berzocana (CC-21.1), otra va de vuelta hasta Cañamero (CC-21.1) y la cuarta, la carretera CC-97 lleva hasta Navezuelas y Roturas atravesando el corazón del Geoparque. No es que esta carretera sea paisajística, es que es preciosísima hasta aburrir. Varios miradores te permiten parar para contemplar el paisaje, la longitud del valle, la grandeza de las montañas y lo minúsculos que debemos sentirnos ante la inmensidad de la naturaleza que todo lo ha podido siempre, que todo lo puede siempre.
Por alguna extraña razón que desconozco, en Navezuelas, la carretera CC-97 que llevamos pasa a llamarse CC-121, y por ella continúo porque mi acompañante me insiste en que hay un bonito mirador desde el que se ve algo único.
Emoción, intriga... dolor de barriga... ¡El misterio se desvelará enseguida!. El restaurante de cinco tenedores es maravilloso porque tiene bancos y mesas de madera y unas vistas inmejorables. Y allí desplegamos el contenido de una nevera que viaja conmigo cuando me voy de aventuras y comemos lo que se nos antoja, cosas tan variopintas como migas o salmón ahumado, queso de Ibores o patatera de Monterrubio, que aún me queda algo. Contemplamos el relieve de las sierras y bromeamos con que parece el dragón de la cueva de la Chiquita acostado, o la espina dorsal de un estegosaurio.
Pero mientras comemos, ella señala un lugar que parece una gran rotura en las rocas, una fragmentación en la formación geológica del enorme farallón que baja desde el castillo de Cabañas hacia el río Almonte. ¿Será por eso que el pueblo que acabamos de pasar se llama Roturas?. Y barajamos la manera de bajar hasta allí. Intentamos consultar las rutas en Wikiloc y también la página del Geoparque pero el “interné” aquí va fatal. Y entonces, me sale eso de… “confía en mí. Tú quieres llegar ahí abajo, a ese desfiladero, y llegaremos”.
Media hora después estamos aparcando el coche al margen de la carretera, junto a los indicadores de las “Apreturas del Almonte”, también conocidas como “Portilla del Almonte” y ahí me doy cuenta del regalo que me acaba de hacer mi acompañante. Me ha llevado de cabeza a uno de los lugares más espectaculares de Las Villuercas.
La verdad es que como todo esto es improvisado, no llevamos material muy adecuado para hacer una ruta como esta. Ni siquiera llevamos bastones, botas… Pero la ilusión nos puede y en pocos minutos estamos caminando felices, como elfos castúos, por un sendero que promete regalarnos algún resbalón y que discurre paralelo al río Almonte. No hay prisa, caminamos despacio, afianzando bien cada uno de los pasos que damos. Y no paro de hacer fotografías.
Sobre nuestras cabezas, algunos buitres han bajado desde Cabañas del Castillo a pasar la tarde en el lugar pero no vamos a regalarles la merienda, no.
Este paseo es una verdadera clase de geología. Supone meterte de lleno y en vivo en un espectacular afloramiento de Cuarcita Armoricana en el que puede contemplarse (ojo, que viene un tecnicismo) un gran pliegue en rodilla o monoclinal.
Se ven algunas huellas en la roca que parecen rastros de trilobites. Las paredes son inmensas. Algunas rectas, otras curvadas por lo que parece haber sido el efecto de una temperatura bestial que debió licuar prácticamente la piedra.
Creo que con paciencia y tiempo es fácil encontrar algún alimoche, halcón peregrino, búho real, cigüeña negra o águila perdicera. Nos conformamos con ver como los buitres despegan desde sus altos nidos o como se aproximan a ellos.
Las imágenes se me agolpan. El estímulo visual es enorme, y las sensaciones del lugar donde me encuentro me sobrepasan. Alzo la vista desde una gran roca en mitad del Almonte, hasta la que he conseguido saltar y desde ahí, solo veo paredes de roca que me dan la sensación de estar dentro de un gran agujero, como si la roca o la tierra me hubiesen engullido.
Las formaciones parecen caprichosas. Da la sensación de que estoy en una catedral contemplando retablos de piedra. Las grandes paredes de cuarcita se han fracturado en planchas y estas a su vez, por acción de las cuñas de hielo que se formaron, han ido desprendiendo bloques de distinto tamaño. Es algo que, al parecer, se llama criofractura. Estos bloques se hayan dispersos por el cauce del río y, dependiendo del momento en el que cayeron, están más o menos erosionados, más o menos redondeados o rectangulares, como si fuesen piezas obtenidas de una cantera para ser trabajadas.
Y ahí justo, en pleno centro de la apretura, rotura, portilla o pliegue en rodilla nos sentamos al poco sol que queda. Una hora de luz como mucho y después hará más frío y poco a poco se oscurecerá todo. Es pronto pero entre cumbres atardece antes. Este último momento para admirar y disfrutar antes de la vuelta. Para pensar que no subiremos hasta el viejo molino de agua que hay, ni tampoco hasta “Las Puentes” lugar donde se unen las aguas de la Garganta de Santa Lucía con el Río Almonte, ni llegaremos hasta el Castillo de Cabañas.
- ¿Sabes? -le espeto-.
- Dime, Diego.
- Creo que siempre hay que dejar una foto por hacer o algo por visitar para volver a los lugares que nos han hecho felices
- ¿Entonces volveremos?.
- Sí, volveremos en primavera, te lo prometo.
Para más información, te recomiendo que visites la página del Geoparque MUNDIAL de la Unesco Villuercas-Ibores-Jara. Puedes hacer click en el nombre resaltado en azul.
Si quieres hacer una ruta algo más avanzada, te dejo también el enlace a la que hay publicada en Wikiloc.
La ruta es perfectamente transitable pero requiere cierto cuidado, especialmente si vas con niños. Recomiendo hacerla en días más o menos secos para evitar resbalar en la roca y emplear un buen calzado, a ser posible botas que sujeten bien los tobillos. Un par de bastones serían bastante recomendables.
Y recuerda, no dejes basura ni rastro alguno de que has pasado por este lugar. Solo así podremos conservarlo y seguiremos disfrutándolo en su estado natural nosotros y las generaciones venideras.