Cuaderno de un peregrino a tiempo parcial

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Siento gran fascinación por la Vía de la Plata y por el Camino de Santiago desde que tengo uso de razón. Hace poco conocí el Camino Mozárabe y me resultó llamativo saber que quizá fue una de las primeras rutas de peregrinación paleocristiana que, junto con otras, acababan en Augusta Emerita, en el lugar de martirio de Santa Eulalia, patrona de España hasta que Santiago tomó el relevo en 1630.

En el escudo de armas de mi apellido, aparece una cruz de Santiago sobre campo de oro, lo cual parece vincular a mis antepasados con esa orden, la que protegía a los peregrinos del Camino de Santiago, una especie de policía del camino.

Hace muchos años fijé mi lugar de recreo en Aljucén. Hace algunos menos me trasladé a vivir allí de forma definitiva. El por qué de ambas decisiones está en que me facilita un contacto directo con la naturaleza en un paraje bastante agradable donde encinas, alcornoques y jara, un río, la Sierra del Moro y la Sierra Bermeja hacen las delicias de mis paseos. Pero, además, tengo acceso directo a la Vía de la Plata cuyo trazado actual, que no el histórico, pasa junto a mi casa.

He recorrido el tramo de la Vía de la Plata entre Mérida y Aljucén decenas de veces en bicicleta y entre Aljucén y Alcuéscar más de dos centenares en bicicleta, además de un par de ellas a pié. A Santiago solo he llegado en coche pero anhelo poder hacerlo caminando o en bici un año de estos.

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Ayer pensé que tenía que reencontrarme con esa parte “santiaguista” que vive en mí y, a pesar del frío, la niebla casi llovizna y las cuarenta mil excusas que se me podrían ocurrir, vencí la pereza, tomé un autobús que me dejó en el Cruce de las Herrerías, cerca de Alcuéscar (Cáceres) y me lancé a caminar por la Vía de la Plata o el Camino de Santiago, como gustes llamarlo, los casi dieciocho kilómetros que lo separan de Aljucén.

Empiezo en el Cruce de las Herrerías. Este lugar siempre ha hecho que mi imaginación volase imaginando que lo que hoy en día es, en realidad sea la evolución natural de una mansio romana, o una statio, una especie de posada para viajeros que se ubicaban en los cruces de caminos o en el itinerario, para descansar. Hoy en día, este lugar a medio camino entre Cáceres y Mérida, continúa siendo cruce de caminos, posada, restaurante, gasolinera y taller.

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A menos de un kilómetro me interno por un olivar y poco después estoy ya en el camino que quiero llevar. Ahí me asalta, como siempre, la denominación exacta: ¿Camino de Santiago o Calzada Romana Vía de la Plata? Y entonces recuerdo que aquí hay mucha tela y que las menos de las veces se recorre la calzada romana original.

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Digamos que el Camino de Santiago llamado Vía de la Plata, es el que realizan actualmente los peregrinos, el camino que se promociona como recurso cultural, espiritual, religioso y turístico. Es la variante del Camino de Santiago que une el Sur de la península con Santiago de Compostela y también el más largo: 960 kms. Un trazado que, intencionadamente, se desvía en muchos puntos para que pase por poblaciones a fin de que los peregrinos tengan lugar de descanso y avituallamiento, o enriquezcan la ruta conociendo alguna población por la que no pasaba la calzada romana pero que estaba cerca.

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Otra cosa es la calzada romana de la Vía de la Plata, Iter ab Emerita Asturicam. Considero que tiene un carácter de monumento. Un bien patrimonial que hay que recuperar, proteger, preservar y poner en valor. Su trazado en ocasiones coincide con el Camino de Santiago (señales en verde y amarillo), otras se encuentra en fincas privadas, a veces está sepultada bajo carreteras, autovías, caminos o simple y tristemente desaparecida. Cuando la ruta no coincide se señala con el color amarillo en los cubos de granito si es el camino promocionado y en verde si es el camino original.

Gracias a investigadores como Isaac Moreno Gallo (Ingeniero de Obras Públicas, geógrafo, historiador y comunicador, presentador de la serie Ingenieria Romana de RTVE) que ha utilizado la tecnología Lidar para identificar tramos originales, tenemos hoy en día una idea bastante aproximada de la realidad del camino histórico. Luego están determinados intereses que, como dije, hacen que el itinerario que se promociona de cara a la peregrinación se desvíe, considerablemente en ocasiones, del trazado original.

El problema que tenemos en este país es que tarde o temprano a alguien o alguienes se le ocurre matar a la gallina de los huevos de oro. Y lo hace poniendo otras gallinas a pelear con la que más y mejores huevos está poniendo. No voy a criticar la legitimidad que cualquier población tengan para anunciar que por su término pasa el Camino de Santiago pero sí que no se aclara al turista o peregrino que lo que pasa por tal pueblo es un camino que desemboca en la Vía de la Plata, no el Camino de Santiago como tal. Se me ocurre que se pudieran establecer distinciones entre el camino troncal, con flechas amarillas, y los que llevan a él con flechas en otro color para tener claro donde se está. Al final, todo es Camino de Santiago o Vía de la Plata porque sí. Y eso no es verdad.

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Teniendo todo esto claro me acuerdo de los principios mainfulneros y no me planteo más que el ahora y aquí. Y es verdaderamente precioso y disfrutable. Bueno, salvo el tener que estar continuamente quitando o poniendo la chaqueta según se oculte el sol o salga de nuevo. Igual con el cuello de licra, según sople o se calme el viento. Y es que tenemos un enero muy loco.

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Llego a la Cruz de San Juan. El primer nombre con el que la conocí era más pintoresco “la cruz de la niña muerta”. Indagué hace tiempo y encontré el nombre oficial pero también el que ya conocía con un cambio de género porque le cargaban la expiración a un niño que había sido devorado por unos lobos según contaba cierta leyenda que decía que había sido levantada en memoria del pobre chiquillo, o chiquilla, vaustéasaber.

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Sigo por un falso llano que odio profundamente porque lo he sufrido con la bicicleta de montaña. En él las ruedas se hundían en la fina gravilla pizarrosa y costaba tirar de la máquina. Hoy las botas no se hunden porque está húmedo. Encuentro una pareja de peregrinos sentados en una piedra. Vienen desde Glasgow y aunque my english is very bad, nos entendemos en una divertida combinación de inglés, español y gestos. Casi nos falta un lápiz y papel para jugar al Pictionary. Pero no hace falta porque la ilusión es universal y, comprendo que no hay que entender nada, solo la alegría de encontrar a alguien en el camino. Les llama la atención que yo circule en sentido contrario a Santiago de Compostela y les explico. Sonríen, me ofrecen compartir viandas con ellos y agradecido rechazo y me despido. Ayer se me acabó la patatera de Monterrubio y no llevo nada decente que ofrecerles.

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Al final del falso llano se inicia un descenso precioso en el que el agua ha esculpido grietas profundas en el suelo arcilloso. A esto le llamo yo “territorio comanche”. En este tramo el camino, aunque transitable, está bastante deteriorado porque las escorrentías de agua llevan años dejando surcos en él y no hay institución que se preocupe por reacondicionar este tramo de camino.

Algunos “puercos” vecinos por llamarlos cariñosamente, llevan institucionalizando la creación de un vertedero arrojando basura por uno de los barrancos. En este precioso paisaje, daña la vista y el alma y también me daña la mente pensar que la autoridad no patrulle en moto por aquí, no lo haya observado y actuado. Lo de vecinos es porque veo difícil que ningún peregrino venga cargado con un frigorífico o sacos de pienso llenos de sabediosqué para despeñarlos. En fin: país, paisaje y paisanaje.

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A pesar de todo, el recorrido sigue siendo cautivador y el olor de la jara, el verde del musgo en los árboles y los rastros de jabalíes que voy descubriendo en algunos charcos y bajo algunas encinas, calman el cabreo del episodio anterior.

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Al llegar a, más o menos, mitad del camino-límite de provincia (CC-BA), me encuentro otro peregrino sentado en el área de descanso que hay en mitad de la dehesa. Está meditabundo, con la cabeza inclinada hacia el suelo, mirando entre sus piernas el cigarrillo que sostiene y parece disfrutar después de haber comido. Me cuenta que ha venido desde Toledo para hacer durante el fin de semana dos etapas entre Mérida y Cáceres. Me cuenta que le gusta el paisaje, que es más bonito que el de su tierra y que le está encantado con Proserpina.

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A partir de ahí continúo por un paisaje ya más constante, pura dehesa de encinar y jara, propiedad de señoritos que jalonan verdes depósitos de agua con banderas de España y trazan frágiles fronteras de alambradas decoradas con plásticos de colorinchis atravesadas por pasos canadienses que garantizan la libre circulación de los peregrinos y el cautiverio del ganado.

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Y avanzando, pienso en qué bonito sería que este recorrido, por ejemplo, lo hicieran algunos amigos y lo disfrutáramos juntos o, incluso, en que personas que no conozco, familias tal vez, se animaran a recorrer esta distancia como quien da un paseo por el parque un domingo. La verdad es que haciéndolo con calma no cansa.

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La segunda y última cruz del camino me anuncia la proximidad a Aljucén. Es una de las dos que puso Casiano hace unos años y ahí sigue, sobre un podio en el que los peregrinos ponen piedras, una sobre otra, hasta que llega algún gracioso que las quita gracias al cual el podio es visible, en caso contrario estaría sepultado bajo una montaña de rollos. Ahí al lado está lo poco que queda del puente de época Trajana sobre la calzada romana XXIV del itinerario de Antonino Augusto Caracalla. Poco más allá diviso el recorte de las casas entre árboles y arbustos y me da la alegría de sentirme a salvo, en casa, satisfecho de haber realizado en solitario un recorrido de casi 18 km en el que no esperaba encontrar ninguna persona y que empecé pensando que solo estábamos él y yo, el camino y yo, el ecosistema y yo, el esfuerzo y yo, mis temores y yo.

No he dejado de darle vueltas durante toda la noche a una  PROPUESTA  que quiero hacerte porque estoy seguro de que la vas a disfrutar igual o más que yo.

Ve en coche hasta Aljucén. Aparca junto al área de autocaravanas que es donde para el autobús de la compañía ALSA. Los Sábados pasa a las 11:10. A las 11:20 estás en el punto de partida de esta ruta. Otra opción, si vas con amigos y lleváis dos coches, es dejar uno en Aljucén para recuperar al final el otro con el que viajaréis hasta Alcuéscar. Camina y disfruta los casi 18 km. Si estás en buena forma, tardarás unas 4 horas como mucho en llegar a Aljucén de vuelta. Si te planificas convenientemente puedes reservar tabula para gustatio en Aqua Libera y zamparte un menú degustación de cocina romana que completará una experiencia que siempre recordarás. Bueno, será completa si además de la comida te metes en las termas y disfrutas como un verdadero romano de un relajante baño.

Enlaces de utlidad:

Ruta en google maps

Hotel rural, casa romana, restaurante y termas Aqua Libera

Alsa, compañía de autobuses