Cuando ruge el Diablo

Señoras y señores, niños y niñas, perros, gatos y demás seres de la creación que me acompañáis en este momento… ¡Mantened la atención!… porque El Diablo va a rugir.

Todo comenzó cuando las intensas, persistentes e incluso contumaces lluvias de este mes de Marzo, decidieron dar una pequeña tregua de unas 24 horas, minuto arriba minuto abajo. En sueños, se me había aparecido el mismísimo Diablo o algo, no sé muy bien cómo definirlo, que profería ruidos guturales y un rumor que rozaba lo ensordecedor. En la ensoñación no había fuego, había mucha agua, por lo que deduje que no era el infierno, era otro lugar. ¿Pero cuál?, le pregunté al despertar mientras compartíamos un café Pahpartú y yo. Mi Fileah Fóh cahtúo quería viajar a ese lugar en el empeño continuo de dar la vuelta a Extremadura en 80 días.

Ya está  (exclamó Pahpartú) eh La Cahcada del Diablo, en Villanueva de la Vera.

En un tris tras y tres minutos teníamos preparado avituallamiento (“paporsi”, es muy interesante preverlo porque uno nunca sabe donde va a terminar ni cómo), calzado y ropa adecuados, cámaras de fotos y estábamos motorizados rumbo a La Vera, ese mundo dentro de otro mundo que es Extremadura que, a su vez, está en el mundo mundial.

Llegar a La Vera es fácil. Opté por entrar en la comarca desde Navalmoral de la Mata ya que venía desde el Sur por la A5. Si hubiese venido desde Madrid, por ejemplo, lo habría hecho desde Oropesa, por Las Ventas de San Julián. En poco más de 40 km (desde la autovía) estábamos pisando el lugar que se me había aparecido la noche anterior en sueños.

Y el Diablo rugió al llegar, y no paró de hacerlo durante todo el recorrido. La cantidad de agua caída en el Norte de la provincia de Cáceres ha sido significativa esta semana. Tanto que ha hecho que las cascadas y gargantas lleven agua con inusitada fuerza. Aparcamos nuestro coche en un aparcamiento pequeño pero suficiente y desde ahí comenzamos a caminar por un sendero limpio y estable, sin socavones ni agujeros, con papeleras. Qué bonito que estén cuidadas las cosas. Una escalera empedrada desciende paralela a la cascada, remansando de vez en cuando como el agua, en una especie de miradores desde los que puedes parar para fotografiar y admirar. Puedes hacer este recorrido sin miedo pero debes hacerlo con cuidado, siempre con cuidado, en especial hoy y los días en los que todo está mojado y húmedo para evitar un resbalón. Siempre recomiendo usar un calzado adecuado y ser extremadamente prudente en lugares así, en especial si vas a ir con niños.

Pero el Diablo no quiere que ocurra nada malo. Aquí se va a aliar contigo y nos lleva a Pahpartú y a mí con la nube de agua que se vaporiza en cada choque contra la roca. Como si fuese su mano nos guía por el recorrido, nos cautiva y nos embelesa. El sonido es fuerte. No llega a ser ensordecedor. Te acostumbras a ese intenso rumor y adviertes que tiene algo de violento pero también mucho de hermoso. Fuerza de la naturaleza, es la mejor definición. Y me acuerdo de mi perplejidad en la plaza El Venezolano, en Caracas hace años ya unos años, mientras miraba atónito una frase atribuida a Simón Bolívar: “Si se opone la naturaleza, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”. No sé si será real o si solo es un “dicen que dijo” pero ver este mensaje con enormes letras de bronce en un muro se me antoja soberbio, en el sentido más pecaminoso, negativo y malo de la palabra.

Los que no lo sabían han aprendido en los últimos meses que la naturaleza lo es todo y de ella dependemos. Otros no lo han aprendido ni lo aprenderán jamás, negándolo todo. El agua es clave en la naturaleza. Nos puede torturar con una sequía o nos puede arrastrar y ahogar, pero es la fuente de vida necesaria. Entendámosla, cuidémosla y amémosla. Viéndola y admirándola como solo puede hacerse aquí o en cualquier otra cascada es una verdadera lección de vida, de amor, de belleza. Porque hasta el Diablo tiene cosas bonitas que enseñar.

Y cuando ruge el Diablo, mejor callar y aprender.

Con tanto dramatismo he olvidado contarte que el lugar tiene unas preciosas mesas para poder comer en un espectacular bosque y que, si vas en verano, tienes al lado una garganta (Gualtaminos) que es una delicia, con aparcamiento, chiringuito para comer allí, zona de baño acondicionada y paz, mucha paz…